Inconsciente


 2016-07-30

 

A veces por las noches es la parte más difícil. Despiertas en medio de la oscuridad y piensas en ella. Tal vez te levantas para revisar el azúcar en su sangre o simplemente para palpar su hombro y escuchar que respira, así como lo harías con un recién nacido. Incluso puedes darle un pequeño empujoncito si la sorprendes en medio de una  respiración larga. Tal vez en lugar de levantarte, te quedas ahí en l a cama pensando y preguntándote, moviéndote y dando vueltas, observando tu reloj, esperando estar despierto a una hora menos patética. Aún cuando hay cierta seguridad al estar levantado, y aunque no haya motivo de preocupación, no puedes estar seguro de volver a dormir hasta que estás seguro sin duda alguna que ella está a salvo. Esta es la vida que muchos padres con hijos con diabetes enfrentan. Sacrificando sus propias necesidades, en este caso el dormir, arriesgándose a sufrir de cansancio extremo por atender alguna tarea o simplemente por tranquilidad.

Si hay algún muro, y siempre habrá un muro, lo trepamos sin siquiera pensarlo.

Sé que eso suena poéticamente críptico, pero hay treinta y siete trillones de células en tan solo un cuerpo humano y la cuestión al ser padre, es que nos preocupamos más por las células de nuestros hijos que las de nosotros. Cansancio extremo, aludes, límites. Esos son estados mentales por los que otros (incluso Lia, tal vez) deben preocuparse. Pero al ser padre no puede haber límites. Simplemente es lo que es y lo que debe hacerse.

Aunque esto podría suceder: imagina una rana y una olla de agua fría. La rana nada dentro de la olla cuando el fuego se enciende bajo la olla. El agua empieza a calentarse y aunque la rana encuentra esto bastante desagradable sigue nadando porque eso es lo que hace una rana. Simplemente nada. Si parara, la ondulación que hace en el mundo dejaría de existir y la calamidad ciertamente seguiría a continuación. Mientras la temperatura aumenta la rana empieza a cansarse. Pero no entra en pánico, porque aunque el agua ha cambiado el agua sigue siendo agua y el agua es el hogar de la rana, así que el peligro debe ponerse de lado. Finalmente el calor hace que el agua hierva y es en ese momento cuando la rana se da cuenta del peligro, pero ya está demasiado exhausta para tener esperanza de escapar.

El hecho de que la rana enfrentara su destrucción de la cosa que más ama es un asunto que discutiremos otro día, pero lo que debemos notar es el hecho de que el peligro puede esconderse en los lugares donde nos sentimos más seguros. En nuestros hogares, en nuestras relaciones y especialmente en nosotros mismos. Pero afortunadamente, a diferencia de la rana que no escuchó a su yo interno, nosotros no somos, así como el columnista David Brooks elocuentemente indica “principalmente el resultado de nuestro pensamiento consciente, sino que somos principalmente el resultado de pensar que sucede bajo nuestro nivel de conciencia”

El inconsciente es la base de nuestro carácter.

Toma esto como ejemplo: hace muchos años, solamente unos meses luego de que Lia fuera diagnosticada, justo antes de la 1 de la mañana ella nos despertó. Estaba parada en la puerta de nuestro dormitorio, era una pequeña figura negra iluminada por la luz nocturna del corredor. Estaba llorando, balbuceaba entre sollozos acerca de una nariz ensangrentada. Apenas se podía ver en la oscuridad a la pequeña figura con ambas manos curvadas sobre su rostro. Ambos nos despertamos inmediatamente. Franca la llevó al baño y con las luces encendidas pudimos revisarla.

El pequeño cuenco que hizo con la palma de sus manos estaba lleno de sangre, así que coloqué sus manos debajo del grifo mientras su madre colocaba un montón de papel en su nariz para detener la hemorragia. Luego de unos segundos, Franca fue a traer el medidor de glucosa de Lia y ayudé a Lia a sentarse en el suelo recostando su espalda contra la bañera. La hemorragia cesó y ella dejó de llorar así como el pánico que sintió. Cerró sus ojos y se veía lista para volver a dormir. Limpié de su rostro las manchas de sangre y le pregunté cómo se sentía. Ella sabía a lo que me refería y respondió que se sentía bien. Luego Franca regresó, revisó su glucosa y ella estaba bien.

¿Tuve un sangrado nasal por mi diabetes?”Lia preguntó.

No lo creo” su madre respondió. La diabetes era bastante nueva para nosotros.

Oh” Lia respondió.

¿Por qué crees que lo fue?”pregunté.

No lo sé”dijo ella, “pero hoy hubo una fiesta de cumpleaños en la escuela”.

Lo recuerdo”dije. “Lo hablamos. Te dije cuando debías colocar el bolus previamente. ¿Qué relación tiene?”.

No la hay” dijo.

Los tres sonreímos del curso que tomaba nuestra loca conversación a esas horas de la noche. Un discurso fantasma de mentes internas.

Y,¿cómo estuvo el pastel?” le dije.

Nada bueno” contestó ella.

¿Y qué hiciste?” le pregunté.

Me lo comí” dijo ella.

¿Por qué?”

Porque tenía que hacerlo”.

Concienciación. Evaluación. Adaptación. Estos son los muros que los padres de niños con diabetes deben lidiar, no es alguna obstrucción amenazante que encontramos en la cima de un largo viaje.

Es un sangrado nasal. Una fiesta de cumpleaños. Es un pedazo de pastel sin sabor. Es controlar una enfermedad que treinta y siete trillones de células eliminan. Así que cuando los problemas llegan sigilosamente, es justo como esa olla de agua hirviendo, discordante y sin aviso previo. Te deja vacío, sin palabras, exhausto. Lo sé.

Porque tenía que hacerlo.

¿Cómo respondes a eso? ¿Cómo ves a su rostro y dices: “es tarde, ¿podemos hablar de esto en otro momento?”

Simplemente no puedes, así es como se hace. Porque estos son nuestros hijos, valen lo suficiente como para estar despiertos ese tiempo extra. Así que simplemente les dices: lo siento. Y tal vez luego de eso, luego de que se hayan ido a dormir, derramas una o dos lágrimas, tal vez te prometes a ti mismo que mañana correrás o dejarás el café o meditarás, cualquier cosa para no pensar sobre este incidente. Pero la verdad es que tu inconsciente, el tú interno el que te ayuda a amar y a florecer, está ya trabajando arduamente para mañana tener un nuevo comienzo.

Simplemente tienes que aprender a confiar en él.


Nota del editor: en el 2012 los Gilbert se sentaron y colectivamente crearon un manifiesto familiar. Este proceso involucró una intensa discusión acerca de lo que más les importaba y dio como resultado una declaración de objetivos familiares, además de otros diez valores fundamentales que les hacían recordar las intenciones más importantes. Este manifiesto se encuentra en la estantería justo al lado de la mesa del comedor. Le llaman Inconsciente. Si te interesa verlo por favor visita su sitio web.

Lee el artículo de Steve Gilbert “La salvaje y azul lejanía”

ESCRITO POR Steve Gilbert, PUBLICADO 07/30/16, UPDATED 08/25/22

Steve es escritor, esposo y padre de tres hijos, de los cuales la menor, Lia, fue diagnosticada con diabetes tipo 1 en el 2009 a la edad de ocho años. Desde entonces, ha compartido su historia en el blog, Without Envy (sin envidia). Steve ha sido miembro de la junta directiva de su capítulo de la JDRF (Fundación para la Investigación de la Diabetes Juvenil, por sus siglas en inglés), con sus contribuciones que contienen el espíritu de comunidad, alcance y concientización. Él también es novelista y se desempeña como Director de Operaciones y Misión Social para una pequeña empresa de productos naturales, propiedad de un amigo, que operan en Raleigh, Carolina del Norte. Él, su esposa, Franca, y la familia disfrutan de estar al aire libre, hacer excursionismo, cocinar, y vivir una vida sostenible y saludable. En el 2013, le dieron la bienvenida a su casa a una estudiante de intercambio de Alemania, que también tiene diabetes tipo 1. Zuza ha llegado a ser como otra hija para ellos.