PRIMERA PARTE: LO SABÍAMOS


 2016-08-01


Kate_Felton_5Lo sabíamos. Hasta cierto punto desde hace meses sabíamos que algo andaba mal. Jim y yo hablamos específicamente sobre esto una noche en el sofá después de que ella había mojado su cama otra vez. Creo que mis palabras exactas fueron: “Mierda. Eso sería terrible”. Pero no podía ser eso.

Yo tenía 37 semanas de embarazo. No podía ser que ella lo tuviera, yo estaba siendo una mamá extremadamente sensible. No estaba segura de cuáles eran las probabilidades, pero eran pocas.  Así que no era eso. No era un gran problema. Ella estaba tomando más agua, pero qué importa. Todos lo hacíamos. Hacía calor, eran los meses de octubre y noviembre más acalorados que se registraron. Ella estaba mojando la cama pero tenía 3 años. Los niños de 3 años mojan la cama ocasionalmente, inclusive los que han dejado de usar pañales por más de un año. Ella había perdido un poco de peso, tal vez. No podía estar segura.

Regularmente no peso a mi niña de 3 años. Perdía el control por las cosas más pequeñas y se ponía histérica, pero yo nuevamente pensaba, tiene solamente 3 años con un hermano en camino. Encontraba explicaciones para todo, pero yo lo sabía.

El día que regresamos a casa del hospital con Q, luego hablaré más al respecto, llamé e hice una cita con el doctor, nada urgente, solamente una revisión rutinaria. De todas maneras  su visita de los 3 años ya se había pasado. Le pediría al pediatra que hiciera un análisis de orina. P (pronunciado pi, en inglés)  haría pipí en una taza. Todos nos reiríamos sobre esto y nuestro amable pediatra se sonreiría por mi exagerada preocupación. Yo estaría equivocada y me sentiría mejor. Estaba lista para estar equivocada.

Terminamos teniendo la visita de dos semanas de Q y la revisión de P el mismo día. Llevé a Q en la mañana y Jim iba a llevar a P por la tarde mientras yo recogía a O al terminar la escuela. Todo estaría bien aunque yo no estuviera allí porque nada estaba mal. Repite después de mí: Nada está mal, nada está mal, nada está mal. Ella era una niña de 3 años feliz y activa que se estaba adaptando a un nuevo bebé en el hogar. Jim llamó desde donde el doctor y me dijo que el pediatra decía que el análisis de orina estaba raro, pero que muchas veces obtenían resultados extraños en las pruebas internas de la clínica. Entonces él mandaría el análisis al laboratorio y luego nos llamaría para darnos los resultados. El doctor envió a Jim a casa con un paquete de información sobre la incontinencia urinaria y sobre cómo ayudar a los niños para que se adapten al nuevo bebé.  No me sentí mejor.

 

Esa noche, después de que todos estaban dormidos, nos sentamos a esperar en el sofá. No podría decirte qué estábamos esperando, pero ambos nos sentíamos apenados y a la expectativa. Jim decidió intentar acceder al registro médico en línea de P para ver si los resultados del laboratorio aparecían. Cuando vimos que sus cetonas estaban a más de 80, lo supimos. Supimos que pronto tendríamos que ir al hospital. Supimos que tendríamos que llevar una vida de pruebas de sangre, agujas y endocrinólogos. Sabíamos que esto era DM1. Lo sabíamos porque durante el mes pasado ambos, separadamente, estuvimos investigando y leyendo sobre lo que pasa después de un diagnóstico de DM1, ya que muy adentro de nosotros ya lo sabíamos. Vi a Jim y dije: “No puedo ir. Van a necesitar mantenerla por unos días y no puedo ir”. Él sólo me abrazó de la misma forma que yo sabía que él la abrazaría.

 

A los veinte minutos de que Jim encontró los resultados del laboratorio en línea, el pediatra de P llamó.  Al cabo de una hora Jim y P iban camino al hospital. Tenían una habitación lista para ella y le enfermera encargada estaba enterada que ya iban y no tuvieron que pasar por la sala de emergencia ni la sala de espera (muy bien por la administración del hospital Kaiser). Ver a Jim saliendo de casa para llevar a uno de mis bebés al hospital fue uno de los peores momentos de mi vida, pero tenía solamente dos semanas de haber tenido el bebé y no era permitido que Q estuviera en la noche en el hospital. Después de que se fueron lloré descontroladamente  hasta desahogarme.

 

En las siguientes semanas ha habido una buena cantidad de llanto descontrolado (surge de repente algunas veces) y significativamente menos explosivo. Estamos en una curva empinada de aprendizaje, pero estamos tratando de entender, un pinchazo, una lectura, una jeringa de insulina a la vez. Jim y yo formamos un gran equipo y nos sentimos muy afortunados por estar haciendo esto juntos. De alguna manera en medio de todo esto Q cumplió un mes, vino la Navidad y hemos reído juntos más de lo que hemos llorado. Las reglas sobre quién duerme en qué cama las tiramos por la ventana, pero ¿quién necesita reglas sobre cosas sin importancia como esa? Ahora mismo necesito todos los cariños que me puedan dar.

Aún no sé cómo terminará hoy, pero estoy segura de que todos terminaremos juntos.  


Nota del editor: Esta historia es la primera publicación de una serie titulada “New Normal” (la nueva normalidad) Lee la siguientes publicaciones de la nueva serie New Normal (la nueva normalidad) de Kate.

ESCRITO POR Kate Felton, PUBLICADO 08/01/16, UPDATED 08/18/17

Kate Felton es una escritora y artista que vive en Los Ángeles con un perro increíblemente bien educado, tres hijos maravillosamente revoltosos y su eternamente paciente esposo. Su hija, Penny, fue diagnosticada con diabetes tipo 1 en diciembre de 2,015, a los tres años. Kate escribe en www.notsurehowtodayends.com y escribe en otras partes en el internet. Cuando no está detrás de los niños, produce teatro y participa en la junta directiva de varias organizaciones no lucrativas.