ALGO QUE VALE LA PENA SALVAR


 2017-08-09

En todos los Estados Unidos, los campamentos de verano están en pleno apogeo o comienzan a relajarse a medida que se acerca el mes de agosto. En la esquina noreste de Ohio, en el Campamento Ho Mita Koda, el campamento terminó hace tres semanas. Hay una satisfacción y una energía, una cierta alegría, que todavía se expande en los setenta y tres acres de colinas, bosques y prados donde se encuentra el campamento.

Al hablar con los campistas, los padres, el personal y los miembros de la junta, escuchan algo más que felicidad u orgullo en sus voces. Hay gratitud. Hay alivio.

La verdad es que después de 85 años de operación, el Campamento Ho Mita Koda, un campamento de verano para niños con diabetes tipo 1 que se enfoca en enseñarles habilidades médicas para la vida y darles una semana al año donde se sientan como niños completamente normales, casi se cierra para siempre esta primavera .

En abril, Diabetes Partnership of Cleveland (la sociedad de diabetes de Cleveland), una organización sin fines de lucro que brinda servicios a la comunidad y financia el campamento, votó a favor de finalizar las operaciones en el campamento debido a los costos. Esencialmente, el campamento estaba cerrando.

La conmoción y la protesta tanto en la comunidad como en las redes sociales fue inmediata. Un grupo de partidarios del campamento se unieron, lanzando un esfuerzo para salvar el campamento. Entre los defensores iniciales estaban Julia Blanchette, una estudiante de la Escuela de Enfermería Frances Payne Bolton que había asistido a un campamento similar en Massachusetts cuando era niña, y Ted Rusinoff, gerente nacional de ventas de Secured Advantage, una compañía de administración de seguros.

“En el campamento, los niños se sienten normales”, dijo Rusinoff, cuya hija de 13 años había asistido al campamento en el pasado. “Piensan, ‘no soy diferente de todos los demás. Todos somos iguales aquí’. Le pregunté a mi hija por qué le gustaba el campamento. Pensé que ella diría por los kayak, las fogatas y las canciones; ese tipo de cosas. En cambio, ella dijo: ‘Papá, es el único lugar del planeta donde me siento normal’. Después de que ella me dijera esa sabía que no había forma de que pudiéramos dejar que este lugar cerrara”.

Una reunión de doce personas se llevó a cabo poco después del anuncio del cierre. “Todos alrededor de la mesa tenían diferentes trasfondos”, dijo Rusinoff, “pero todos tenían una relación con el campamento”. Tenían diabetes tipo 1 y habían asistido al campamento o tenían niños que habían asistido”.

Rusinoff y Blanchette formaron una nueva junta directiva e hicieron una solicitud para recibir el estatus de sin fines de lucro como la Fundación del Campamento Ho Mita Koda. Aunque el campamento había sido rescatado, su futuro para el verano aún era sombrío. Cuando una organización sin fines de lucro anuncia que están cerrando, ya no se les permite solicitar donaciones. Las donaciones habían sido parte integral del éxito del campamento. Rusinoff dijo que las donaciones de insulina sumaban entre $ 100 000 y $ 200 000 por año; Y el estatus de 501c3 de la Fundación del Campamento Ho Mita Koda aún no había sido aprobada por el IRS.

“No pudimos solicitar insulina para el campamento”, dijo Rusinoff. “Necesitábamos un socio 501c3 establecido que pudiera hacer solicitudes farmacéuticas y asegurar la insulina, las jeringas y las agujas para que las usáramos”.

Fue entonces cuando Rusinoff se puso en contacto con Beyond Type 1, y Beyond Type 1 acordó asociarse con el campamento, lo que les permitió tener accesibilidad a los suministros que necesitaban para permanecer abiertos.

El campamento, que fue el primero de su tipo en el país, fue fundado en 1929 por el Dr. Henry John, el primer médico de los Estados Unidos en utilizar clínicamente insulina para tratar la diabetes, y su esposa, Betty. Su esperanza era ofrecer programas especialmente diseñados para ayudar a los niños con diabetes. En el campamento, los niños entre las edades de 4 y 17 años tienen la oportunidad de vivir entre un grupo de compañeros que lidian con problemas similares, manejan su diabetes siendo personalmente responsables y optando por opciones saludables, y forman una red de amigos de por vida.

Además de las actividades tradicionales de los campamentos de verano, como tiro con arco, paseos en bote, aventuras en caminatas y en la naturaleza, paseos a caballo y, artes y artesanías, el campamento también se centra en la enseñanza de conjuntos de habilidades para que los niños ayuden a manejar su diabetes. “Algunos niños, por ejemplo, vienen al campamento sin poder autoinyectarse porque sus padres lo hacen”, dijo Rusinoff. “Las enfermeras del personal enseñan a los campistas las técnicas y a los niños se  les celebra por aprender esa habilidad. Otros niños no pueden hacer su propio cambio de bomba, y para el final de la semana del campamento están cambiando su propia bomba con facilidad”.

Al Campamento Ho Mita Koda vienen consejeros de todas partes del mundo, y casi todos esos consejeros tienen diabetes tipo 1. Este verano, el campamento organizó tres sesiones por separado. Niños entre las edades de 5 y 11 asistieron a un campamento de día entre el 16 de julio y el 18 de julio. La primera sesión de un día para otro, que fue para niños entre las edades de 8 y 11 años, se llevó a cabo del 9 de julio al 14 de julio; y los niños entre las edades de 12 y 15 años estuvieron en el campamento entre el 16 de julio y el 21 de julio para la segunda sesión de un día para otro.

Rusinoff dijo que las sesiones del campamento fueron tan satisfactorias como en los últimos años, pero que este año hubo un mayor nivel de gratitud entre padres, campistas y consejeros, muchos de los cuales fueron parte integral de la campaña para salvar el Campamento HoMita Koda. Los planes ya están en marcha para las sesiones de campamento del próximo verano. El futuro, que una vez parecía sombrío en el noreste de Ohio, se volvió brillante de nuevo.

“Un día, cuando se cure la diabetes tipo 1, ese será un buen día para que no volvamos a acampar”, dijo Rusinoff.


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ESCRITO POR GREG BROWN, PUBLICADO 08/09/17, UPDATED 02/22/18

Greg Brown es un escritor independiente que vive en las montañas del oeste de Maine. Ha escrito para Consumer Reports Magazine, Consumer Reports Online, The New York Times y Chicago Tribune, entre otras publicaciones. Él se puede encontrar en línea en: www.yellowbarncreative.com.