Mi travesía con ansiedad por hipoglucemia


 2019-08-05

Los tiempos cambian

Hay una colina en mi ciudad con la que me he familiarizado bastante. Cuando era más joven, mi papá y yo solíamos andar en bicicleta por el lago. Iba colina abajo sin pedalear en nuestros paseos, dando un descanso a mis pantorrillas cansadas. Ahora, corro colina abajo. Está alrededor del marcador de 2 millas cuando salgo a correr, que es el lugar donde normalmente tomo algo para llenarme de energía para evitar un nivel bajo. Cada vez que corro colina abajo, hago una pausa en mi mente.

Recuerdo innumerables veces en las que bajaba con mi bicicleta por esta colina y sentía un nivel bajo vertiginoso y mareante que simplemente ignoraba. No quería que nada interrumpiera mi recorrido en bicicleta con papá, ni hacer que se detuviera por mi culpa. Pienso en lo libre de preocupaciones que estaba cuando era una adolescente, me deslizaba cuesta abajo por la colina, el viento volaba por mi cabello sudoroso, y esperaba una caja de jugo cuando llegábamos a casa.

Las cosas son muy diferentes ahora.

No me malinterpreten, lo que estaba haciendo no era seguro. Seguramente debería haberme detenido a un lado de la carretera para medirme y consumir un poco de azúcar. Lo que me hace detenerme a pensar es el hecho de que las cosas han cambiado drásticamente para mí. Mientras corro me pregunto, ¿Cuándo empecé a tener tanto miedo? ¿Cómo pasé de ser una niña intrépida que intentaba hacer que sus niveles bajos se fueran solo por fuerza de voluntad, a ser una adulta marchita que se mide neuróticamente el azúcar cada cinco minutos para asegurarse de que no esté peligrosamente baja?

Seguramente la madurez juega algún papel en esto. A medida que envejeces, te vuelves más cauteloso. Pero hay una delgada línea entre precaución y obsesión, y me ha llevado algo de tiempo darme cuenta de que he estado viviendo en esa línea. Como alguien que ha tenido la suerte de experimentar únicamente una vez en mi vida un nivel bajo que alteró mi conciencia, no puedo evitar preguntarme por qué se ha desarrollado este miedo a los niveles bajos. Es un miedo insidioso, uno que se deslizó dentro de mí y se escondió hasta que las preguntas de mi familia, amigos y endocrinólogo lo iluminaron con una luz cegadora.

“Te pinchas el dedo mucho más de lo que solías hacerlo”, decía un amigo.

“¿No acabas de medirte?”. Mi madre se preguntaba en voz alta.

Mi endocrinólogo tuvo que darme un sermón para que me diera cuenta del papel tan importante que había tomado en mi vida la ansiedad por la hipoglucemia. Se sentaba conmigo en la sala de examen y analizaba mis números. “Estás midiéndote mucho”, decía ella, frustrándonos a ambas, ya que mi A1c todavía no estaba donde quería que estuviera. “Descríbeme tu día típico”.

Fue solo entonces que me di cuenta de la frecuencia con la que comía bocadillos y no me administraba un bolus, tomaba una dosis de corrección baja y me medicaba en exceso antes de que ocurriera una hipoglucemia. Después de darme cuenta de esto, como trabajadora social me analice a mi misma, ¿por qué estaba haciendo esto? La respuesta, quisiera o no admitirlo, era el miedo. Me tomó un tiempo aceptar esto: en la típica forma de negación, fui rápida inventando excusas razonables, es decir, estaba siendo proactiva, sabía que tendría un nivel bajo si no lo trataba, no podría funcionar en el trabajo mientras tuviera un nivel bajo, etc. Hay un poco de verdad en todas estas respuestas. Sin embargo, estaba engañándome a mi misma si no reconocía que el miedo estaba en la raíz de mis acciones y cuánto comenzaba a interferir con mi vida.

Dándole un nombre

Cuanto más hablo con personas con diabetes, más aprendo que la ansiedad por la hipoglucemia es mucho más común de lo que pensaba. Más allá de eso, hay muchas personas como yo que ni siquiera se dan cuenta de que la padecen. Esto puede deberse a que no parece haber un espacio tan grande para ella en las conversaciones sobre diabetes. No lo hablamos tan a menudo como lo hacemos con el síndrome de burnout por la diabetes, o la hipoglucemia asintomática o la sobrecarga de datos. Para mí, también es porque realmente no había un nombre para eso. Me tambaleaba al tratar de hablar de eso, pasando de “no quiero tener un nivel bajo de azúcar”, a “tener miedo a los niveles bajos”, y finalmente al término aceptable y aparentemente apropiado “ansiedad por la hipoglucemia”.

Dicen que darle un nombre a algo puede darle más poder, pero en este caso no estoy necesariamente de acuerdo. Una vez que le puse un nombre este miedo, pude reconocerlo más fácilmente. El reconocimiento, y finalmente, la aceptación, es el primer paso para sentirse cómodo con algo y disminuir la ansiedad. Es traído de la masa amorfa aterradora de lo desconocido a nuestro lenguaje cotidiano. Y una vez que podemos incorporarlo a la conversación, podemos distanciarnos de él y examinarlo, conocerlo, sentirnos cómodos con él y trabajar para cambiarlo.

Un problema común, pero ¿cuál es la solución?

Un MCG puede ser útil y perjudicial en este caso. Por un lado, puede alertarte si tu nivel de azúcar esta bajando y darte una idea de los patrones para prevenir futuros niveles bajos. Por otro lado, puedes encontrarte mirando fijamente tu gráfico del MCG o preparando tu brazo para medirte cada cinco minutos. Esto puede aliviar la ansiedad a corto plazo, pero a la larga no es útil. Ver una flecha recta hacia abajo, o, Dios no lo quiera, flechas dobles hacia abajo, puede provocar el pensamiento: “¡Oh, no, aquí viene un nivel bajo, mejor actúo ahora!”. Es por eso que el primer paso para frenar la ansiedad por la hipoglucemia es notar tus pensamientos. Al igual que en cualquier forma de terapia cognitiva, notar tus pensamientos te da la oportunidad de evaluar qué tan probable es que sean verdaderos o falsos, y lo útiles o inútiles que son.

Otra herramienta que me ha sido útil es configurar temporizadores. Si me mido y estoy en un nivel bajo, inmediatamente después del tratamiento estableceré mi temporizador durante 15 minutos. Después de esos quince minutos, volveré a medirme, no antes, a menos que me sienta en un nivel peligrosamente bajo. No volveré a tratarme durante esos quince minutos. Ahora, esto es mucho más fácil decirlo que hacerlo. Se necesita práctica para sentirse cómodo haciendo esto. Estarás incómodo al principio, y eso está bien. A menos que tu incomodidad sea insoportable y te haga tener un ataque de pánico completo, haz espacio para ella y acostúmbrate. Es muy similar al reto de “esperar a ver qué pasa” que hago con mi MCG. Si veo una flecha hacia abajo, no me trato inmediatamente. Espero. Y espero… hasta que mis azúcares estén llegando a 80 con una ligera flecha hacia abajo. La mayoría de las veces, la lectura posterior se nivela y así evito un tratamiento innecesario previo al nivel bajo.

Es posible que necesite un poco de ayuda adicional con esto. Ya sea de un amigo para la diabetes o de un terapeuta profesional, es útil que alguien nos guíe en nuestra travesía. Cualquier terapeuta que esté familiarizado con la terapia cognitiva conductual (TCC) o la terapia de aceptación y compromiso (ACT por sus siglas en inglés) podría funcionar en algunas de las habilidades descritas en esta función. La ansiedad por la hipoglucemia es similar a otras fobias: a las arañas, las alturas, los aviones, etc. Por lo tanto, siempre que tu terapeuta tenga una comprensión básica de la diabetes tipo 1, con la que podrías necesitar ayudarlo, no debería ser diferente a trabajar en cualquier otro miedo .

Me molestó darme cuenta de que era algo con lo que estaba luchando. He tenido diabetes durante mucho tiempo y siempre sentía que los niveles bajos no desempeñaban un papel muy importante en mi vida. Pero una vez que llegué a aceptar lo que estaba sucediendo, pude abordarlo y ver cambios significativos en mi cuidado y mi salud mental. Algunos días son más difíciles que otros, pero eso es normal para cualquier cosa relacionada con la diabetes tipo 1.


Echa un vistazo a otra pieza de Kristi sobre Ansiedad + Diabetes.

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ESCRITO POR Kristi Caporoso MSW, LCSW, PUBLICADO 08/05/19, UPDATED 05/18/23

Kristi Caporoso es una joven adulta que vive con diabetes Tipo 1 ubicada en el norte de Nueva Jersey. Recibió su maestría en trabajo social en la Universidad de Rutgers, con un enfoque en trabajo social clínico en el campo de la salud. Ella es licenciada en trabajo social clínico (LCSW por sus siglas en inglés) que trabaja en un hospital infantil con pacientes y familias que se enfrentan a una variedad de crisis y enfermedades crónicas. Sus principales intereses son leer, escribir, correr y mostrar a los demás cómo es la realidad de vivir con diabetes Tipo 1. Ha tenido diabetes Tipo 1 por más de 26 años. Puedes encontrarla en Twitter e Instagram: @diabetictruths y su blog: https://diabetic-truths.blogspot.com/