Aprender, por amor a nuestros hijos


 2019-09-19

Todas las noches, mi esposo Juan Pablo y yo, orábamos con nuestro hijo, Emiliano, por los niños que están en los hospitales. Sin querer, era una manera de pedirle a Dios que nos alejara de algo así para nuestros hijos.

Noches sin dormir

El 24 de mayo del 2019, Juan Pablo como todos los días se despertó y fue por Emiliano a su habitación. Emiliano esa mañana despertó mojado de pies a cabeza, parecía que se había metido a una piscina con todo y ropa. Ya habíamos dejado el pañal y tuvimos que regresar, pero mojaba tanto su cama que tuvimos que regresar a usarlos. 

Lo primero que pedía al despertar era agua, un vaso tras otro. Su sed parecía no tener límite, y notábamos que había bajado de peso considerablemente.

Es demasiado

“Es demasiado”  le dije a mi hermana, y ella con mucho tacto me dijo que tanta sed podría ser un síntoma de diabetes. Colgué el teléfono con miedo a buscar los síntomas, pero ahí estaban: Sed, exceso en orina, pérdida de peso, aliento a fruta, cambios de humor.

Emiliano los tenía todos. Lo que yo leía era una descripción exacta de mi hijo en las últimas semanas. Hablé con su doctor y me dijo muy tranquilo que era un gusto por agua, y que realizáramos un análisis de rutina para descartar la diabetes o alguna infección.

Su tranquilidad me hizo sentir una mamá exagerada, y mi esposo como siempre me daba ánimo, diciéndome que lo más probable era lo que se tratara de lo que mencionaba el doctor: nada.

Al día siguiente

A la mañana siguiente mi hijo era otro. Era ahora un niño que no jugaba, no cantaba, solo quería estar acostado.
Al verlo así y sin saber qué esperar, lo llevamos a hacer el análisis y le prometí un helado para animarlo a salir de casa. Gracias a Dios el helado de yogurt se cayó al piso antes de ser comido.

Horas más tarde recibí un email con los resultados del análisis. “NEGATIVO” decía al lado de glucosa, de inmediato se lo envíe a mi esposo y al pediatra de Emiliano.

” Salió negativo”, dijimos felices. No dudé en celebrarlo con un helado vegano sin azúcar para compensar el que se nos había caído.

En la noche, mi hijo iba por la segunda cucharada de helado cuando recibí una llamada del doctor pidiéndonos ir a la sala de urgencias del hospital.  Corrimos al hospital. Yo preparé una pequeña maleta con pañales y una pijama, por si Emiliano se dormía en el regreso a casa.

Fuertes para mi hijo

Pero no fue así, Emiliano no regresó esa noche a casa. Entramos a sala de urgencias  y los doctores no dejaban de llegar. Un análisis tras otro, cada doctor que entraba a la emergencia se miraba más preocupado. “Hemos recibido casos como este, pero Emiliano es el niño más pequeño. Sus niveles de glucosa en sangre están en 711 mg/dL y no entendemos cómo está tan bien.” nos dijeron los médicos. 

Teníamos que ser fuertes y aguantamos las ganas de llorar, teníamos que ser fuertes para nuestro hijo. Pero ninguno de los dos entendía lo que pasaba.

Horas después pasamos de la emergencia a cuidados intensivos.  Los médicos llegaban a medir la glucosa de Emiliano cada hora, y desde esa noche empezó nuestra rutina de hacer las pruebas de glucosa, no fue nada fácil, pero por un hijo uno hace todo.

Aprendiendo desde el día 1

Al día siguiente conocimos a la endocrinóloga y nutricionista, conocimos lo que es la diabetes Tipo 1. Insulina rápida y lenta, dosis, carbohidratos, glucómetro, lancetas, tiras reactivas, bomba de insulina. La mayoría de palabras que nunca habíamos escuchado, y nos  daba pánico no saber a qué nos estábamos enfrentando.

Ingresamos al hospital el día sábado. Pasamos 2 días de intensivo y uno de supervisión que nos fueron suficientes para agarrar fuerzas y prepararnos con doctores y enfermeras para lo que nos iba a tocar.

Pasé las primeras tres semanas llorando desconsoladamente, en modo automático, teniendo miedo que mis errores podían ser pagados por Emiliano. Mi esposo y yo decidimos ser el mejor páncreas para Emiliano. Desde el sábado que debutó no sabemos lo que es dormir una noche entera, pero hacemos turnos, somos expertos en carbohidratos y dosis de insulina, nos apoyamos en todo.

Por ahí lloramos de rodillas, oramos a Dios y siempre le pedimos una cura para Emiliano y todos los que tienen esta condición.

Aprender, por amor a nuestros hijos

Aprendimos que llorar esta bien, buscar ayuda es necesario, y también aceptar que hay días buenos y malos. Pero el amor a nuestros hijos, nos da las fuerzas y sabiduría para llevar la diabetes lo mejor que podemos.

Como lo mencioné al principio, orábamos por papás con hijos en los hospitales, y aunque era para no ser nosotros también, ahora pedimos porque no les falten fuerzas, y puedan llevar cualquier diagnóstico con él de la mano.

Nosotros después del debutar, ganamos una familia más unida, una diabetes “controlada” y un niño que ha vuelto a cantar, jugar, y sobre todo ser feliz.

 

ESCRITO POR Dulce Garcia de Morales, PUBLICADO 09/19/19, UPDATED 10/03/23

Somos una familia de 5, Emiliano es nuestro hijo más pequeño. Isabella y Valeria son sus hermanas grandes. Somos de Guatemala. Vivimos en la ciudad y nuestro momento favorito es en cada comida, donde siempre compartimos en familia. Soy maestra de yoga desde 2014. También hago bowls hechos a base de cascará de coco, para evitar que sean quemados y evitar que contaminen el ambiente.