Elogiando los ataques de hambre por pánico


 2017-07-03

 

Arrastrándose hacia la despensa, con los ojos entrecerrándose del sueño, con cada movimiento desesperado e incómodo, surge una figura. Entra a la despensa y se enciende una luz. Hay sonidos de bolsas y sonidos de cosas moviéndose. Un momento después sale con los brazos llenos de chips de maíz, galletas y otras comidas ricas en carbohidratos.

La figura, que tiene un bajo nivel de azúcar en la sangre, está a punto de sentarse a la mesa de la cocina y participar en un frenesí de gula que haría que Werner Herzog volteara la cabeza y murmurara algo sobre el salvajismo sin sentido de la naturaleza.

La figura soy yo. Tengo un ataque de hambre por pánico.

Mis dos hermanos y yo todos tenemos diabetes Tipo 1. Cuando nuestro nivel baja, el hambre extrema puede afligirnos y, en las condiciones adecuadas, cada uno de nosotros puede comerse la mitad del refrigerador. (Los tres juntos podemos comernos 1.5 refrigeradores). Nuestro término para este fenómeno es “ataque de hambre por pánico”.

Los ataques de hambre por pánico son reales. Pregúntale a cualquier persona con diabetes Tipo 1, y escucharás historias sobre cómo se comen una bolsa entera de chispas de chocolate, se toman dos litros de Sprite de una sola vez o se devoran la mitad de una tarta de queso. Sin embargo, no parece haber un buen término científico para este fenómeno. “Polifagia” es el término general para el hambre excesiva (mi traducción preferida del griego es “muy devoradora”), pero esa palabra puede referirse a varias cosas que no tienen nada que ver con la diabetes.

“Polifagia” parece un término inadecuado para lo que realmente estamos hablando. “Ataques de hambre por pánico”, además de ser menos pretenciosa, es una frase más precisa y evocadora.

De todos modos, ¿cómo se siente un ataque de hambre por pánico? Es un pánico hambriento. Un hambre de pánico. Te sudan las palmas, te tiemblan las manos, a veces puede sentir cómo tiemblas por toda tu garganta y tus brazos. La ansiedad truena en tu cerebro, y cada dificultad parece amenazar tu vida.

En cierto sentido, la amenaza es real. Tu cerebro se está muriendo de hambre. El cerebro humano es quisquilloso: requiere que la glucosa funcione y no aceptará nada más. Otros tejidos pueden usar combustibles alternativos, pero la materia gris necesita azúcar simple. Sin eso, el cerebro comienza a apagarse.

No soy neuroquímico, pero tiene un sentido intuitivo para mí que un cerebro muerto de hambre produzca mucha ansiedad. Cuando tienes un caso genuino de ataque de hambre por pánico, la ansiedad se intensifica y se contrae. Tu vida se reduce a una simple ecuación: Comida + Ahora = Supervivencia.

Es una ecuación convincente de las que hace que las matemáticas abstractas parezcan una mala broma. El hambre te arrastra a la cocina, a una sala de descanso, o hacia una gasolinera: donde sea que haya comida. No tienes elección. Con los peores niveles bajos de azúcar en la sangre, no puedes pensar con claridad. Durante unos minutos, todo tú estás comprimido en toda una maraña de hambre.

Una vez que comienzas a consumir azúcar, probablemente vas a estar bien. Pero tan pronto como tu cuerpo detecta “¡comida!”, el ataque de pánico acelera hacia su siguiente fase. Tu quieres más y más. Cuanto más comes, más necesita tu hambriento cerebro que lo alimentes. Los ataques de hambre por pánico probablemente podrían ayudar a los actores a entender la experiencia de ser un zombi que no desea nada más que cerebros. Solo que, en este caso, tu cerebro es el zombie.

Para mí, lo peor llega después de unos 5 minutos. El hambre se convierte en un dolor físico, no solo en la barriga, sino también en las extremidades; e incluso cuando ya estás consciente de que debes disminuir la velocidad, no puedes.

Esto puede ser malo. La Asociación Americana de Diabetes recomienda tratar los niveles bajos con 15 a 20 gramos de carbohidratos, que en mi experiencia generalmente es una dosis insuficiente, y una de las soluciones incluye “2 cucharadas de uvas pasa”.

Las personas con diabetes que han experimentado una hipoglucemia real en el mundo real sabrán que los ataques de hambre por pánico pueden catapultar tu consumo de carbohidratos a más de 50 gramos; o 100; o 150. Esas son muchas uvas pasa.

Pero la Asociación Americana de Diabetes definitivamente tiene razón. Si superas los 20 gramos de carbohidratos es posible que estés exagerando. Un ataque de hambre por pánico puede provocarte unos miserables niveles altos. Peor aún, tener un nivel tan bajo y luego tan alto puede hacer que el nivel de azúcar en la sangre se vuelva un “yoyo”, o subir y caer en picada de forma espectacular en el transcurso de las horas, lo que provoca todo tipo de malestares.

Los ataques de hambre por pánico son malos desde el punto de vista médico. ¡No comas demasiado para tratarte! ¡Mantente dentro de lo razonable! Todos saben eso. Pero este es el problema: cuando tu cerebro se muere de hambre, la facultad de la razón se vuelve débil y frágil. Los ataques de hambre por pánico atropellan a la razón como un auto sin frenos.

Y si puedes guardar un secreto, querido lector, te diré algo más. Los ataque de hambre por pánico son un poco divertidos. Tal vez la idea es perversa, pero es agradable saber que tirarte de cabeza en una bolsa de chispas de chocolate es en cierto sentido un acto que te salva la vida.

También los ataques de hambre por pánico te dan un extraño tipo de dignidad. Demuestran que hay algo dentro de ti que quiere sobrevivir. Te das cuenta del vigor en tu sangre, la energía zumbante de nuestro instinto de supervivencia humana. Es reconfortante tomar conciencia de ese vigor.

No quiero dejarme llevar demasiado con esto. Uno no debe tratar de más los niveles bajos. Aún así, no puedo dejar de sentir que los ataques de hambre por pánico merecen un reconocimiento y una clasificación adecuada. Son una experiencia muy humana que combina sufrimiento, placer y conocimiento. También son una experiencia diabética única.

Entonces, la próxima vez que comas chips de maíz a las 3 de la madrugada mientras sudas frío, trata de recordar que los ataques de hambre por pánico tienen valor. Te mantienen vivo. Elógialos.


¿Quieres conocer a otras personas que comprenderán cómo te sientes? ¡Únete a nuestra app hoy mismo ! 

ESCRITO POR Forester McClatchey , PUBLICADO 07/03/17, UPDATED 10/15/18

Forester McClatchey es un escritor y pintor de Atlanta, Georgia, actualmente candidato a un Máster en Bellas Artes en Poesía en la Universidad de Florida. Ha trabajado en una fábrica de metal, ha dibujado dibujos animados para periódicos y ha trabajado como docente en un museo enseñándoles a los niños acerca de los dinosaurios.