De pie y De la Mano con la Diabetes
Para mi, enfermedad era el equivalente a gripa.
Tenia 9 años cuando descubrí que la diabetes había llegado a mi vida tras una malteada llena de mucho azúcar, unos síntomas horribles de hiperglucemia y en forma de 600 en un aparatito raro que ahora sé que se llama glucómetro.
Mi abuelo fue mi superhéroe. A él se le ocurrió que quizás mis niveles de glucosa estaban elevados, dado a que el vive con diabetes Tipo 2 , conoce algunos síntomas, y tiene un buen cuidado. En ese momento en el cuarto había un silencio muy raro para mi, miraba a mi mama y mis abuelos consternados con ese número en la pantalla de lo que parecía ser un tamagotchi para mi y no entendía absolutamente nada.
Con 9 años uno no sabe nada sobre su cuerpo, y cuando escuchaba la palabra “enfermedad” su significado era una gripa que pasaba en una semana, y así era como miraba la pequeña Reni de 9 años lo que estaba pasando en ese momento, una gripa de esas que te daban cuando desobedecías a tu mamá y salías a jugar sin suéter.
Me internaron en un hospital y yo en ese momento me preguntaba ¿por qué debo estar encerrada aquí? Yo no me sentía tan mal. Tengo que reconocer que la verdad me la pasé muy bien ahí. Cuando venían mis amigos a visitarme jugábamos con la camilla eléctrica cuyo respaldo subía y bajaba con solo apretar un botón.
Incluso mis enfermeras jugaban conmigo y todos los juguetes que me traían mis amigos y familiares. Recuerdo también cuando me dijeron que tendría que inyectarme. Lo tomé muy bien. Jamás me dieron miedo las agujas, así que accedí y aprendí rápido, sin embargo les repito, yo pensé que solo duraría el tiempo que estuviera en el hospital.
Venían doctores a explicarme cosas extrañas que yo no entendía, y como no lo hacía, mi mente se dispersaba en otras cosas, cosas de niña de 9 años.
Convivir día a día con mi diabetes
Cuando por fin salí del hospital la enfermera me dijo: “Muy bien nena, ahora a cuidarse mucho, aplícate bien tu insulina, come sano y mide tu glucosa” no entendí bien a qué se refería hasta que comencé a convivir día a día con mi diabetes- ¿Qué? ¿Por qué seguía inyectándome y picándome los dedos? ¡Ese no era el trato!
Bueno, me bastó solo un año para darme cuenta que el verdadero “trato” era cuidar de mi diabetes por siempre, aceptarla, ayudarla a ser mejor, es como una clase extraña de relación en pareja; yo te ayudo a ser mejor y tú me ayudas a ser mejor, algo mutuo.

Ya no era solo yo, ahora éramos nosotras.
Por muchos años viví muy molesta y sobretodo triste con la idea de convivir con mi diabetes, ¿por qué tenia que inyectarme? ¿Por qué tenía que picarme los dedos tan seguido? ¿Por qué debía cumplir con tanta responsabilidad siendo aún una niña? ¿Por qué todos estaban siempre tan pendientes de mi?.
Muchas preguntas en mi cabeza y pocas respuestas.
Fui muy afortunada de siempre contar con el apoyo de mi familia y mis amigos, jamás sufrí de bullying por parte de mis compañeros, solamente fue en dos ocasiones con maestros que pensaban que usaba mi diabetes como una excusa, ¿les resulta familiar este argumento? ¡Es el típico!
En el camino me encontré con mucha gente que vive con diabetes gracias a campamentos o diversas pláticas y actividades, desde niños pequeños hasta adultos, y todos me han enseñado mucho sobre cómo vivir de la mano con mi diabetes.
Aprender de los niños
Algunos niños me han enseñado a ser paciente, a ser agradecida y siempre mirar el lado positivo de las cosas, alguien más me enseño cómo vivir mi adolescencia con diabetes, me dio muchos consejos para salir a fiestas, tener relaciones sexuales, vivir en un ambiente más maduro y hablar sobre mi diabetes sin pena alguna. Algunos otros me enseñaron que no estoy sola, que tengo una familia entera que vive con diabetes y donde siempre encontrare comprensión, compañerismo, amor y empatía.
El camino ha sido bastante largo a pesar de que apenas tengo 9 años en él.
Desde ahora lo digo, no ha sido NADA fácil, han habido días muy oscuros, han habido muchas lágrimas para enfrentar aquel duelo, muchas groserías también. Hubo días en que abandone mi diabetes y nos hizo mucho daño a ambas, pasaba días pensando que quizás yo era un gasto más para mi madre, momentos en que odiaba con todo mi ser estar en aquella situación, tener crisis de hipoglucemias e hiperglucemias.
Me mataba la idea de ser una adolescente que jamás pudiese realizar sus sueños y ser aquel espíritu libre que siempre sintió en el fondo de su corazón, pero con el tiempo comprendí que no estoy sola, que tampoco soy un bicho raro por vivir con diabetes y que soy capaz de hacer todo lo que me proponga, y lo malo que algún día pensé y que seguramente algún día también lo hiciste o lo haces.

Todo eso es parte de estar ahora aquí, de pie y de la mano con la diabetes, luchando contra cualquier obstáculo o dificultad.