Desde el consultorio (el mío) con diabetes Tipo 1


 2017-07-18

Tenía tres años con mi práctica de psicología clínica en mi consultorio cuando me diagnosticaron diabetes Tipo 1, aparte de todo el trauma inicial del cual hablé en otro artículo: Redes sociales y Dt1: decálogo, mi vida profesional y mis compromisos debían continuar.

Tenía que utilizar un glucómetro y pinchar mis dedos mínimo 8 veces al día. Usualmente doy consultas por las tardes, en ocasiones hasta 6 sesiones seguidas (6 horas), a veces sin tiempo para ir al baño o tomar un refrigerio.

Pero, con diabetes Tipo 1 sabemos que ese no era el único problema, podríamos checar cada hora los niveles de glucosa, pero durante los 59 minutos donde no la monitoreamos, todo podría salir mal. No tenía forma de saber la tendencia de mi glucosa y podríamos pensar, que por estar sentada sin actividad física, lo normal sería una hiperglucemia, aunque también me encontré en otras ocasiones, después de la hora de comida (cuando aún no sabía contar carbohidratos y hacía cálculos con poca precisión) con que podía también presentar hipoglucemia.

Como si no fuera suficiente lo que pasaba en mi interior,  me preocupaba muchísimo lo que sucedía al exterior: ¿cómo iba a tratar a mis pacientes cuando tenía que estar pendiente de no tener una crisis frente a ellos? Esto me llevó a cuestionarme muchas cosas:

¿La calidad terapéutica decaería?

¿Tendría la capacidad mental de atender con atención plena a mis pacientes?

¿Cómo iba a corregir una hiperglucemia o hipoglucemia?

¿Interrumpía la sesión y me salía? ¿Lo hacía frente a ellos?

¿Eso era ético? ¿Les estaba robando su preciado tiempo para atenderme a mí?

¿Les advertía de lo que me había sucedido, cómo esto iba a afectar su percepción de mí y nuestra relación terapéutica?

Quizás alguien que ha vivido con DT1 toda su vida pueda pensar que estas preguntas son muy bobas o quizá sean ellos quienes mejor podrían comprenderme, no lo sé. Sólo sé que incorporar la diabetes Tipo 1, y todo lo que implica, a mi vida profesional fue muy difícil, soy muy comprometida, mi ética laboral es muy importante para mí, y pensar que no podría rendir cómo lo hacía antes, me angustiaba mucho.

Gracias a mi formación como psicóloga,  conocía lo importante que era asistir a un proceso terapéutico para resolver estos enormes cambios en mi vida, donde pude formular un nuevo entendimiento de mi práctica profesional con un gran espacio para las exigencias de la diabetes Tipo 1.

La calidad terapéutica no decayó ni un poco, al contrario, pude experimentar más empatía a las necesidad particulares de cada uno de mis pacientes. Al yo mostrarme vulnerable en un espacio seguro, por modelamiento, les trasmitía que ellos también podían ser vulnerables y sentirse seguros, que no hay nada de malo en tener alguna situación o circunstancia ‘rara’ o ‘poco común’ y que ellos debían convertirse en prioridad para ellos mismos. Tengo la capacidad mental de atender con atención plena a mis pacientes cuando tengo la precaución de cuidar los elementos que necesito cuidar primero en mí y actuando con naturalidad, tranquilidad y respeto a las fluctuaciones que se puedan presentar, puedo seguir prestando atención a lo que tengo que atender.

Respecto a cómo corregir la hiperglucemia o hipoglucemia aún no tengo un plan establecido. Evaluó con flexibilidad según la intensidad de lo que se presente y según el tema y el proceso que esté tratando con el paciente. Obviamente si es una emergencia relacionada con hipoglucemia, tengo en la mesa a mi lado tabletas de glucosa, las cuales comienzo a masticar discretamente frente al paciente. En ocasiones preguntan, en ocasiones ni siquiera lo notan.

He corregido niveles frente a pacientes (consumir glucosa o inyectarme), esto con dos intenciones: la primera cuidar mi salud que es lo más importante para mí y con DT1 no hay que olvidar que muchas de estas situaciones son emergencias reales. La segunda intención, lo veo como una forma de convertirme en vocera de la DT1. Si logro normalizar esta condición frente algunos de mis pacientes, si logro ayudarles a entender qué es y si al final logramos establecer un diálogo, al menos más personas sabrán a cerca de esta condición y cómo se trata. Obviamente esto sólo si surge espontáneamente, si ellos me preguntan algo respondo feliz, de otra forma no saco el tema por iniciativa propia.

Ahora es más frecuente que tengan preguntas por que utilizo un sensor en el brazo y que, constantemente, está a la vista. En lo personal, no hago nada por esconderlo y no sólo en mi consulta si no en cualquier lugar. Hoy en día las personas me abordan para preguntarme al respecto y, aunque no me siento obligada a dar una explicación extensa, respondo según las circunstancias del momento. Normalmente basta con decir: ‘es un medidor continuo de glucosa, así no me pincho los dedos 10 veces al día’.

Gracias a los avances de la tecnología y a éste sensor, me es mucho más sencillo y puedo ser más discreta al medir mis niveles de glucosa. Puedo decir que esto me benefició en gran medida pues ahora puedo vigilar mis niveles de glucosa de cerca durante la jornada laboral y me toma tan solo unos segundos saber el resultado.

Al final,  me da gusto saber que mi aceptación no dependió de tener este sensor. En realidad fui yo quien generó herramientas para poder lidiar con mi condición en mi profesión. La mentalidad coopera en gran medida a la calidad de vida que tendremos con una condición crónica.

ESCRITO POR Julissa Rolón , PUBLICADO 07/18/17, UPDATED 07/19/18

Julissa es Psicóloga Clínica. Ella además vive con diabetes Tipo 1, inicia su aventura como bloguera y es una de nuestras primeras colaboradoras desde la ciudad de México. En palabras propias, ella busca que su participación en las redes sociales siva a otros para vivir con calidad la diabetes tipo 1, y usar la información como herramienta para éste propósito. Puedes encontrar más sobre Julissa en facebook @DiabetesTipoJu