La diabetes y las vacunas contra COVID-19. Problemas de acceso para las personas de color.
El 21 de abril de 2021, Kaiser Family Foundation publicó datos actualizados que indican que las personas negras e hispanas recibieron una proporción menor de vacunas contra COVID-19 en comparación con su proporción de casos y muertes por coronavirus. A lo largo de la pandemia, las comunidades de color han soportado la carga desproporcionada de COVID-19, lo que destaca la importancia del acceso equitativo a las vacunas. El acceso a las vacunas no solo es crucial para las personas de color, sino también para aquellos con afecciones médicas subyacentes, como la diabetes. Cuando se superpone con las disparidades como el sesgo implícito, crea un problema de salud agravado para las comunidades de color con diabetes.
Desafortunadamente, el acceso a las vacunas para las comunidades de color no ha sido justo. En Arizona, los hispanos solo han recibido 14 por ciento de las vacunas a pesar de representar 40 por ciento de los casos de COVID y 31 por ciento de las muertes. Y en Michigan, las personas negras solo recibieron ocho por ciento de las vacunas a pesar de representar 23 por ciento de las muertes.
“Debido a la discriminación económica de larga data, es mucho más probable que las comunidades de color se encuentren en trabajos en los que no pueden salir sin reducir su salario. Tienen que trabajar ciertas horas y no pueden salir a una cita para vacunarse”, Michelle Andrasiwk, PhD, psicóloga de salud clínica y profesora asistente afiliada de Global Health en la Universidad de Washington le dice a Beyond Type 1.
Las comunidades de color tienen un aumento de la carga de COVID-19 por distintas razones, incluyendo la exposición al virus durante el trabajo. En el caso de las personas negras e hispanas, 24 por ciento tienen empleos en las industrias de servicios en comparación con 16 por ciento de los blancos. Estas industrias incluyen la restaurantes, la hostelería y el trabajo minorista, todas las cuales requieren de interacción cara a cara con las personas.
Las personas de color también tienen mayor probabilidades de vivir en hogares multigeneracionales y en áreas urbanas y situaciones de vivienda densamente pobladas, lo que agrava aún más el contagio de coronavirus. En los condados urbanos de los EE. UU., las personas de color constituyen 56 por ciento de la población. Además, los datos mostraron que cuatro de cada diez personas negras (41 por ciento), hispanos (38 por ciento) y asiáticos (38 por ciento) vivían en áreas rodeadas de edificios residenciales de varias unidades en comparación con el 23 por ciento de los blancos.
Otro factor que impulsa el acceso desigual a las vacunas es la duda de las vacunas ya que las comunidades de color no tienen confianza en los proveedores de atención médica. Mila Clarke Buckley, bloguera de diabetes y alimentación creadora de Hangry Woman, fue diagnosticada en 2016 con diabetes Tipo 2, una enfermedad en la que el cuerpo no puede usar la insulina de manera adecuada. Sin embargo, después de meses de medicamentos fallidos y niveles de glucosa en sangre muy elevados, Mila descubrió, después de hacerse una prueba de anticuerpos, que en realidad tenía diabetes Tipo 1. “Me diagnosticaron equivocadamente con diabetes Tipo 2, lo que me ha dado un poco de desconfianza en el sistema de salud”, dice Mila.
Clarke Buckley no es la única que ha tenido experiencia similar. Phyllisa Deroze, activista y bloguera de diabetes comparte que quería vacunarse, pero no quería ser la primera debido al legado de racismo médico en el país. “El campo de la ginecología en Estados Unidos se creó sobre las heridas de las mujeres negras que fueron esclavizadas. Y, entonces, hay una historia realmente larga en Estados Unidos de no tratar a los negros como seres humanos y usarlos como experimentos”, dice Phyllisa.
Un proveedor de atención médica le dijo a Phyllisa que sus electrolitos estaban descontrolados, lo que la llevó a pedirle a su proveedor una prueba de anticuerpos. Pero ese proveedor se ofendió cuando Phyllisa pidió que le hicieran una prueba de anticuerpos. “Una vez más me negaron las pruebas de anticuerpos. Estaba claro que el endocrinólogo se ofendió incluso por preguntarle”, dice Phyllisa.
Phyllisa fue diagnosticada dos veces equivocadamente con diabetes Tipo 2, una en 2011 y otra en 2018, aunque tenía diabetes Tipo 1. Su diagnóstico erróneo la llevó a experimentar cetoacidosis diabética. “Mi vida estaba en riesgo. Y eso no debe suceder”, dice Phyllisa. “Si a una persona se le diagnostica diabetes Tipo 2, ¿qué tiene de malo hacer las pruebas de anticuerpos solo para asegurarte de que se le prescibirá un tratamiento para la enfermedad correcta?” No fue hasta 2019 que el ginecólogo de Phyllisa la diagnosticó correctamente con diabetes Tipo 1.
Clarke Buckley también recuerda haber sugerido pruebas de anticuerpos en numerosas ocasiones a los proveedores médicos. Sin embargo, su sugerencia era constantemente rechazada constantemente, poniéndola en riesgo de complicaciones a largo plazo como resultado de diabetes Tipo 1 no tratada. Estas complicaciones incluyen: problemas en los pies, infecciones del tracto urinario, enfermedades de los ojos, infecciones de la piel, enfermedades del corazón, enfermedades de los riñones e incluso la muerte. “Son las comunidades de color las que están sujetas al sistema que esencialmente nos pone en riesgo adicional”, dice Clarke Buckley.
El diagnóstico equivocado de diabetes entre las personas de color es frecuente y es solo un ejemplo del sesgo del sistema médico. Las investigaciones muestran que la hemoglobina glucosilada (HbA1c), una medida de azúcar en sangre promedio durante tres meses que puede mostrar evidencia de diabetes, no es una medida de salud adecuada para todos los grupos de ascendencia genética. Particularmente para los grupos de ascendencia africana, podrían ser necesarios exámenes adicionales para diagnosticar la diabetes. Esto deja sin diagnosticar a cientos de miles de afroamericanos con diabetes Tipo 2. Además, una medición alta de HbA1c por sí sola no prueba que una persona tenga diabetes Tipo 2. Solo demuestra que los niveles de glucosa son constantemente altos. Por lo tanto, se debe realizar una prueba de anticuerpos autoinmunes para confirmar o descartar la diabetes Tipo 1. Debido a que la diabetes Tipo 1 difiere mucho de la diabetes Tipo 2 en que la diabetes Tipo 1 siempre requiere tratamiento con insulina, un diagnóstico erróneo podría ser fatal y causarle a una persona sin insulina una cetoacidosis diabética (CAD), una complicación que ocurre cuando el cuerpo no recibe suficiente insulina para procesar la glucosa. La cetoacidosis diabética puede provocar un coma e incluso la muerte.
Algunos estados han hecho esfuerzos para frenar la distribución desigual de las vacunas. Por ejemplo, en Vermont, los adultos negros y otras personas de color recibieron prioridad para las vacunas. Pero a pesar de estas intenciones, muchas iniciativas estatales se han quedado cortas.
Kia Skrine Jeffers, PhD, enfermera especializada, enfermera de salud pública, profesora asistente de la Escuela de Enfermería de la Universidad de California en Los Ángeles, le dice a Beyond Type 1 que, en California, el estado distribuyó códigos de acceso a la vacuna para mejorar la disponibilidad y el acceso de la vacuna contra el COVID-19 para las comunidades negras y latinas más afectadas. “El código especial que las personas de color podían usar para registrarse para recibir la vacuna se estaba distribuyendo entre personas que no eran personas de color”, dice Kia. En cambio, las poblaciones más ricas que trabajan desde casa estaban haciendo un mal uso del sistema, Los Angeles Times informó originalmente.
Anna Lopes, doctora en medicina, médica de familia con sede en el sur de California, explica que el culpable subyacente de la inequidad en las vacunas es el racismo sistémico. Anna hace referencia al Estudio Tuskegee Sobre la Sífilis, un estudio éticamente abusivo que no trató ni informó a los hombres negros sobre la sífilis en la década de 1930 y la esterilización forzada de mujeres puertorriqueñas. “Hubo una gran duda en la comunidad negra y otras comunidades de color, específicamente debido al racismo institucional”, dice Anna.
Logrando equidad en las vacunas
Kia sugiere que, para lograr la equidad en la salud, el liderazgo en salud debe reflejar y tener representación de las comunidades a las que sirven. “Si no hay partes interesadas de la comunidad involucradas en la planificación, entonces la perspectiva de la comunidad con frecuencia se pasa por alto o se subestima”, explica Kia.
Además de tener representación en el liderazgo de la salud, Kia y Michelle agregan que la equidad implica reconocer y rectificar las injusticias históricas y distribuir recursos como vacunas a las poblaciones que más lo necesitan.
“Lo que hemos descubierto en cuanto al acceso es que realmente hay que llevar la vacuna a donde están las personas. Nos hemos asociado con iglesias, centros comunitarios y organizaciones comunitarias de personas negras para abrir centros de vacunación”, explica Michelle. “Haciendo esa asociación, los centros de vacunación se acercan a las comunidades locales con las que tienen relaciones duraderas”.
Aun así, las personas de color tienen dificultades para tener acceso a las vacunas debido al transporte, las finanzas, el idioma y las nebulosas barreras de registro. Para lograr la equidad, Michelle, Kia y Anna enfatizan que los estados deben ser más intencionales con su proceso de implementación de vacunas para que la equidad sea intencional. “Todos estos problemas de acceso realmente crean barreras que se mitigan fácilmente cuando realmente abrimos nuestra mente y pensamos en cómo podemos hacer las cosas de manera diferente y en asociación con las comunidades”, dice Michelle. El acceso a las vacunas para las personas de color con diabetes es solo el primer paso hacia la equidad.