Infinitas Lecciones de la Diabetes


 2020-07-27

Me llamo Déborah Chavanel y soy de Las Palmas de Gran Canaria, una maravillosa isla localizada al suroeste de España. Tengo 39 años, nací el 3 de mayo 1981 y soy mamá de dos niños maravillosos. Me gradué en Trabajo Social, aunque actualmente trabajo como educadora infantil en una escuela infantil. En mi tiempo libre me encanta la playa, la música, estar con mis hijos, leer y disfrutar de la naturaleza. Llevo 30 años viviendo con Diabetes tipo 1, ya que debuté en el año 1989 a la edad de 8 años y desde entonces, he pasado por múltiples fases: negación, enfado, rabia, miedo y finalmente la aceptación. A pesar de todo, me apasiona saber que contando mi historia puedo ayudar a personas que viven situaciones similares a las mías. 

¿Cómo proceder a partir de esto?

Aún recuerdo perfectamente mi debut,  cómo fue y cómo lo pasé en ese momento; el miedo reflejado en la cara de mis padres y la confusión y el estrés por lo que estaba sucediendo. Ni siquiera era capaz de pronunciar correctamente semejante palabra “diabetes”… Estuve ingresada 20 días en el hospital ¿Cómo proceder a partir de esto? Pues debo decir que por aquella época no existían plumas de insulina ni aparatos sofisticados como ahora… todo era mucho más complejo y menos práctico. Por ejemplo, las inyecciones debían prepararse mezclando la insulina rápida con la lenta, el glucómetro era muy pesado y casi era imposible poder sacarlo fuera de casa dadas sus dimensiones. 

Al principio, era mi madre la que cuidaba de mí y vigilaba que me pinchara en cada comida hasta que poco a poco fui tomando el control y la “responsabilidad” de mi querida amiga la diabetes. Sin embargo, poco más tarde llegó la adolescencia y mi revelé contra mí misma y la enfermedad, ya que aún no había sido capaz de asimilar que era parte de mí. Sentía odio y mucha rabia, e incluso presa de mi propio cuerpo. Rechazaba pincharme, hacerme controles, me inventaba los datos de los controles de glucemia, comía azúcar a escondidas; en definitiva: no me cuidaba nada, pues desde mi perspectiva adolescente, solo quería ser “normal”. En este sentido, el colegio fue una tortura y cuando llegué al instituto omitía y obviaba el hecho de ser diabética porque no quería que me trataran de manera diferente, a pesar de que, en casa, mi madre siempre trató de valorar y visibilizar mi enfermedad y cada uno de mis logros. 

Llevar mi enfermedad al límite

Echando la vista atrás, considero que he tenido mucha suerte teniendo en cuenta las consecuencias que puede conllevar el hecho de no atender la diabetes como es debido. A pesar de vivir muchas veces llevando mi enfermedad al límite, no tengo demasiadas secuelas y hoy doy gracias a la vida por darme otra oportunidad para tomar conciencia y perspectiva. 

A veces, tocar fondo nos hace darnos cuenta de la necesidad de remontar y seguir luchando; no obstante, mi verdadero impulso fue mi hija. Me quedé embarazada sin pretenderlo, yo misma pensaba que, al ser diabética me iba a suponer mucho tiempo concebir un bebé o que sería casi imposible. Tuve que aprender muy rápido a medida que iban pasando los trimestres del embarazo y, si tuviera que ofrecer mi consejo a partir de mi experiencia, diría que lo mejor sería, antes de todo, llevar un óptimo control glucémico, siempre con el asesoramiento de un buen equipo médico que sea capaz de acompañarte en este camino, te guíe y te ayude. En mi caso, tenía un HbA1c de 8,6, cuando lo recomendado es estar por debajo 6,5 para evitar cualquier riesgo, ya sea para la madre o para el bebé. En este momento tuve que activar todos mis sentidos y asumir de una vez, lo que llevaba arrastrando casi toda la vida.

Empecé a darme cuenta de que la diabetes me acompañaría para siempre y que, por mi bien y el de mi bebé, tendría que asumir de verdad todas las responsabilidades. A los tres meses de embarazo me colocaron la bomba de insulina, algo por lo que había estado esperando mucho tiempo. Este nuevo paso me llenó de esperanza y motivación y, sin duda, marcó un antes y un después. Mis resultados y controles fueron mejorando y, además, me adapté muy rápido a mi vida con este nuevo aparato. 

El embarazo con diabetes

Es cierto que un embarazo puede conllevar más cuidados, sin embargo, esto no tiene por qué ser un impedimento, ya que una mujer diabética puede ser totalmente capaz de tener hijos. Para ello, como ya he dicho, se intensifican los cuidados y es necesario contar con el equipo adecuado. De este modo, para el seguimiento de una mujer diabética embarazada, se programan visitas rutinarias con más frecuencia, puesto que pasa a ser un embarazo de riesgo; primero quincenales y más tarde semanalmente.

Este equipo consta de endocrino, enfermera diabetológica, obstetra y matrona, sin olvidar, además las visitas trimestrales al oftalmólogo. Este equipo te ofrece un gran apoyo, no obstante, gran responsabilidad en la gestión de la enfermedad recae en la embarazada, quien debe saber cómo varían las demandas de insulina en función del trimestre, conocer su propio cuerpo, evitar hipoglucemias e hiperglucemias, tratar de mantenerse en rango el mayor tiempo posible, no ayunar, mantener la actividad física y el control de las raciones de hidratos de carbono, etc. Y, en definitiva, escuchar a su cuerpo, saber cómo reacciona frente a las distintas emociones, situaciones y alimentos.

Algo que se debe tener en cuenta en este proceso, es que, durante el segundo trimestre, las demandas de insulina aumentan por dos e incluso por tres, ya que las embarazas diabéticas se vuelven muy resistentes a la insulina; y, una vez llegados al tercer trimestre, estas cantidades van descendiendo poco a poco hasta que, después del parto, la embarazada se queda con un 50% menos de la insulina. Por ello, es importante que el equipo médico también esté presente en el post parto. En mi caso, además, en el tercer trimestre me diagnosticaron preclampsia, por lo que tuve que hacerme controles rutinarios de la tensión arterial hasta el punto de que en la semana 37 me indujeron el parto. 

Desde mi experiencia, mi primer embarazo fue como un milagro, pero creo que lo idóneo es poder programarlo con un año de antelación aproximadamente, como hice con mi segundo hijo, quien para mí ha sido una prueba de que la constancia tiene buenos resultados. En esta ocasión estaba mucho más tranquila, puesto que ya conocía los protocolos y el equipo médico era el mismo y había muy buena comunicación. El hecho de haber programado este segundo embarazo hizo posible evitar algunos riesgos y que todo fuera mucho más llevadero y fácil. Tanto yo, como los que me rodeaban pudimos disfrutarlo mucho más. 

Cuatro grandes aprendizajes

Si algo me llevo de tantos años junto con mi inseparable compañera la diabetes, son infinitas lecciones. Podría decirse que mis cuatro grandes aprendizajes tras mi diagnóstico han sido los siguientes:

La importancia de tener un buen equipo médico que te acompañe, te asesore y te guíe. Como ya contaba antes, es imprescindible contar con la ayuda médica adecuada para llevar un buen seguimiento. 

La importancia de pertenecer a una comunidad. Qué importante es tener redes de apoyo que conozcan tu historia, cómo te afecta una hipoglucemia o una hiperglucemia, etc. Gracias a ello en los últimos años, sobre todo, he podido conocer a más gente que padece lo mismo que yo y que, por tanto, me entiende tanto como yo a ellos. Muchas veces ha sido útil no solo para desahogarnos, sino para resolver dudas, cambiar opiniones y seguir aprendiendo. Pueden encontrarme y ver como es mi día día en instagram en la cuenta @debidulce.

La necesidad de las nuevas tecnologías para el manejo y el buen control de la diabetes. Para mí esto es clave. Recuerdo perfectamente rogarle a mi endocrino que me pusiese una bomba de insulina con la esperanza de que eso mejoraría mucho mi calidad de vida y, sin embargo, él me decía que el hecho de tener una bomba no haría que todo fuese perfecto de repente, que podía no manejarla bien y empeorar o fracasar. Rotundamente digo que no, para mí el buen control y el ser portadora de bomba van de la mano, además de facilitarme la vida y sentirme más autónoma. 

Nada es imposible, querer es poder. Aunque suene utópico. Tener diabetes no es determinante para poder hacer o no lo que uno quiere, no es una limitación ni un impedimento. Cuando iba a revisiones con el endocrino o alguna vez que estuve ingresada en el hospital, los médicos llegaron a decirme que si seguía así y quería ser madre lo iba tener muy complicado. Sin embargo, ocurrió y fue un claro punto de inflexión, donde tuve que abrir los ojos por mí y mi bebé. Me esforcé al máximo y lo que parecía una simple ilusión, se hizo realidad. Siempre quise ser madre, pero en mi cabeza rondaba la idea de que yo no podría por ser diabética y que si tuviera hijos serían diabéticos o tendrían problemas médicos. No obstante, la realidad ha sido muy distinta. No solo un bebe sino dos. Sanos, perfectos y hechos con mucho amor. 

ESCRITO POR Déborah Chavanel, PUBLICADO 07/27/20, UPDATED 03/16/22

Me llamo Déborah Chavanel y soy de Las Palmas de Gran Canaria, una maravillosa isla localizada al suroeste de España. Tengo 39 años, nací el 3 de mayo 1981 y soy mamá de dos niños maravillosos. Me graduée en Trabajo Social, aunque actualmente trabajo como educadora infantil en una escuela infantil. Puedes encontrarme en instagram como @debidulce