Lucy, conociendo a mi diabetes para amarme más


 2017-10-02

Hola, me llamo Lucy y me comunico desde Paraná, Entre Ríos, en la República Argentina. Soy abogada y profesora de inglés, tengo 34 años y diabetes tipo 1 desde los 10 años. Hoy me gustaría compartir mi historia más allá del diagnóstico.

Nací en España y a los 7 años de edad me llevaron a vivir con mi abuela materna. Mi mamá había sido diagnosticada de un padecimiento psíquico grave, esquizofrenia paranoide. Como una niña pequeña, entretenida en jugar, nunca me di cuenta de por qué había ido a vivir allá, ni siquiera me preguntaba qué pasaba: sólo vivía.

Desafortunadamente, el padecimiento de mi mamá no era el único problema que presentaba mi ámbito familiar, tristemente desestructurado; por lo que cuando recibí el diagnóstico no pude gozar de un ámbito de contención apropiado. Mi enfermedad era demasiado “complicada” y años más tarde leería en un informe de la trabajadora social que no había nadie en la familia con quien trabajar. Nadie se quería hacer cargo de mí por lo que se declaró “situación de desamparo de menor”. Pocos meses después del diagnóstico e hiperglucemia crónica tras un ingreso hospitalario por descompensación se me trasladó a un centro de menores subvencionado por el Estado.

Mi infancia en un centro de menores

En él viví y salí adelante. Mis compañeros eran hijos de la violencia, del abandono, minorías étnicas. Ciertamente el entorno no era el mejor, como tampoco lo era la total falta de cuidado relativo a mi condición por parte del personal.

Desde los 11 años acudía sola a mis consultas médicas y me trasladaba sola para conseguir los insumos necesarios. Pese a todo, salí adelante, y además terminé la secundaria, o el instituto como lo llaman allá, cosa que hasta que yo llegué ninguno de mis compañeros lo había logrado.

Mi diabetes, tristemente estuvo mucho tiempo mal manejada. Con una tristeza profunda y muda que me hizo tratar de terminar con mi vida cuando me inyecté insulina de más cerca de los quince años de edad. Lloraba mientras apretaba la pluma, 100 unidades, 125.

Destino y estrella

El destino y una buena estrella hicieron que saliera con vida de este coma hipoglucémico, con amnesia. Una niña del centro me encontró convulsionando y llamó rápidamente a las monjas, que llamaron a la ambulancia que me llevó al hospital, donde me quedé solita.

¡Qué panorama! ¿verdad?

Tenía una carencia afectiva absoluta y una necesidad de amor inmensa. Siempre busqué el amor. Y siempre busqué salir adelante. Me puse a estudiar una carrera, Derecho y la terminé, a la vez que la Escuela Oficial de Idiomas en inglés, idioma que me apasionaba, así como los viajes y la cultura anexa. ¡Terminé mi carrera, también!

Argentina, un viaje para siempre

En 2010 viajé a Argentina donde me quedaría a vivir para siempre, aunque aún no sabía que esto pasaría. Acá conocí a mi esposa, Lidia, el ser que puso un antes y un después en mi vida.

Con ella pude organizarme y sentirme segura: ella estaba a mi lado, acompañándome. Pude registrarme para trabajar independientemente en el país y obtener la cobertura de una obra social. Empecé a visitar más especialistas para mejorar mi condición de salud. Ahora me daba cuenta que durante 24 años me habían faltado conocimientos sobre diabetes, pero lo importante es que ahora los adquiría. Paralelamente mi vida se rearmaba y se erigía en una vida feliz: teníamos una casa, construimos una familia. ¡Adoptamos una perrita abandonada! Todo se tornó hermoso.

De hemoglobinas de 11 y 12, pasé a tener 5.8 gracias a la bomba de insulina que ha supuesto para mí un antes y un después en el tratamiento de la diabetes. Una condición de vida que no es fácil de llevar, máxime solo y a tan temprana edad; me dí cuenta que antes nunca había aceptado vivir con diabetes, en el fondo de mi ser lo rechazaba porque me causaba dolor, como si por ello fuera mágicamente a desaparecer, lo que obviamente es imposible.

Mañana me ponen la primera inyección de seis de antiangiogénicos en el ojo. Tantos años descompensada han pasado la factura en mi vista. Pero ahora tengo educación en diabetes. Atención médica apropiada. Una cobertura social y mi lugar en el mundo. Ahora más que nunca voy a seguir luchando.

La diabetes como una mochila

Lo que me gustaría transmitir compartiendo mi historia es animar a las personas que llevan mucho tiempo sin control o mal control a tomar las riendas de su vida. Se puede, aún después de tanto tiempo, se puede. Y obviamente, resaltar el papel fundamental que tiene el apoyo de los seres queridos en esta lucha. La diabetes es una mochila muy difícil de llevar solo. Gracias mi amor, no lo hubiera conseguido sin ti.

 

 

ESCRITO POR LUCIA FEITO ALLONCA DE AMATO, PUBLICADO 10/02/17, UPDATED 02/10/23

Lucy es abogada y profesora de Inglés, con doble nacionalidad argentina y española. Ella tiene 34 años y ha vivido con diabetes Tipo 1 desde los 10 años. Le encanta viajar, conocer nuevos lugares y en la rutina diaria mis alumnos siempre me sacan una sonrisa.