Mi primer año con diabetes Tipo 1


 2017-01-27

El 12 de noviembre de 2015 fue el día en que mi mundo cambió de muchas maneras. Las palabras que nunca soñé escuchar fueron pronunciadas por mi médico, “Tienes diabetes Tipo 1“. Estas son palabras que todos podemos recordar en el momento del diagnóstico. Ese momento hizo que se lanzaran los niveles bajos y altos de la diabetes Tipo 1.

Los primeros días

Después de dejar el consultorio del médico, mi esposo, Evan y yo fuimos a recoger mis nuevos suministros y la insulina para la diabetes a la farmacia. Nos enseñamos a nosotros mismos cómo controlar mi nivel de azúcar en la sangre y administrar insulina. Recuerdo habernos sentado en la mesa de la cocina, la misma mesa en la que habíamos hablado sobre nuestros planes de formar una familia la noche anterior, y yo estaba sollozando porque no podía pincharme el dedo. Nos detuvimos y sollozamos juntos. Evan me midió y me inyectó la insulina esa noche. Al día siguiente, fui a trabajar, me medí el nivel de azúcar en la sangre, me administré insulina y compartí las noticias con mis compañeros de trabajo. No era lo suficientemente fuerte como para compartir las noticias con mis alumnos y no tenía idea de cómo hablarles sobre la diabetes Tipo 1 cuando no la entendía por completo. Ese fin de semana, fui lanzada a un ciclón de apoyo y amor de maravillosos miembros de la familia que venían equipados con buenos deseos, consejos y abrazos. Pero no quería nada de eso, porque me sentía muy conmocionada y culpable.

Las primeras semanas

Exactamente una semana después de mi diagnóstico de diabetes Tipo 1 recibí una llamada del médico de la familia que me informó que también tenía la enfermedad celíaca. En ese punto, estaba más que derrotada. La culpa y la depresión aumentaban. Recuerdo haberle gritado a mi esposo que la vida no era justa. Vivíamos un estilo de vida muy saludable y darnos cuenta de que no me permitirían quedar embarazada o hacer ejercicio regularmente durante un tiempo indeterminado era demasiado. Estaba enojada con el mundo, pero mantuve mis sentimientos en secreto de todos menos de mi pobre esposo. Y una vez más, tuvimos que adaptarnos al nuevo estilo de vida solo dos semanas antes del Día de Acción de Gracias. Unas semanas después de mi diagnóstico, tuve una cita con mi endocrinólogo y finalmente comencé el camino para llegar a entender mis enfermedades.

Los primeros tres meses

Durante las vacaciones de invierno, pasé un tiempo conectándome en las redes sociales para buscar apoyo e interactuar con las personas que viven con la diabetes Tipo 1. Comencé a escuchar podcasts, a leer artículos y a aprender sobre tecnología. El deseo de encontrar mi propósito se encendió. Empecé a compartir mi historia con otros y comencé a aceptar mi nueva vida, pero hubo momentos de tristeza y resentimiento. Recuerdo haberlo compartido con mis alumnos de tercer grado, mostrándoles mis suministros y asegurándoles que iba a estar bien. 24 niños de tercer grado me envolvieron con sus pequeños brazos. Fue la primera vez desde mi diagnóstico que me sentí fuerte y supe que debía ser una activista de la diabetes Tipo 1. Empecé a llevar un registro de mis retos. Empecé a vivir realmente mi vida y la diabetes Tipo 1 no iba a evitar que lo hiciera. El lado bueno fue mi primer chequeo de hemoglobina A1c. Pasé de 11.7 el día del diagnóstico a 5.7. Ese día recuerdo haber pensado que iba a mostrarle a la diabetes Tipo 1 quién mandaba. Qué ingenua fui.

La espera

“La espera” era el nombre del juego. Soy una persona muy paciente cuando se trata de trabajar con niños, pero no soy paciente en ningún otro aspecto de mi vida. Tuve que esperar por mi Dexcom, un nuevo endocrinólogo, la aprobación para hacer ejercicio, mi Omni Pod y la aprobación para formar una familia. Toda la espera comenzó a afectar mi salud mental y comenzó a complicar mi matrimonio.

Los últimos seis meses

Todas las cosas que estaba esperando se han cumplido. Comenzamos el asesoramiento matrimonial en junio y me enteré de que estaba bien llorar por la persona que había sido durante 26 años. No sabía que podría llorar por mí misma. Tener el permiso de hacerlo fue liberador. Aprendimos estrategias para hacerle frente a la montaña rusa emocional que la diabetes Tipo 1 y la enfermedad celíaca agregan a nuestra vida cotidiana. Evan y yo tenemos un matrimonio que es fuerte. Hemos acogido nuestro nuevo estilo de vida y contamos nuestras bendiciones todos los días. Para mi salud mental, escribo, medito, pinto, leo y practico yoga.

El futuro

Hacer que el mundo sea un mejor lugar siempre ha sido mi objetivo en la vida. Mi plan era inspirar a los niños a través de la enseñanza en el aula. El activismo en pro de la diabetes Tipo 1 ha abierto nuevas puertas y oportunidades que nunca podría haber imaginado. Este año pasado me enseñó mucho, y no cambiaría nada. Mi pasión por ayudar e inspirar a los demás incluye ser consciente de la salud mental con la diabetes Tipo 1 y aprender cómo enfrentarla. Evan me recuerda a diario que cuando me enfrento a un reto, siempre soy más fuerte de lo que creo. Todos somos más fuertes debido a la diabetes Tipo 1.


Lee: El año en que fui diagnosticada y empoderada por Brittany Compston.

 

 

ESCRITO POR Kaylee Wilkof, PUBLICADO 01/27/17, UPDATED 07/23/18

Kaylee Wilkof ha tenido diabetes Tipo 1 y la enfermedad celíaca durante un año. Ella es maestra de la escuela primaria en Athens, Ohio. Ella y su esposo, Evan, han estado casados ​​por tres años y están involucrados en la comunidad de Athens. Ella es activista en pro de la diabetes Tipo 1 y crea conciencia en su comunidad y en las redes sociales. Sus otras pasiones incluyen: educación, ser una miembro de la comunidad interreligiosa, viajar, yoga, música, jardinería y todo lo relacionado con el arte. Puedes encontrarla en Instagram: type1kaylee y en Facebook: Kaylee Wilkof.