Mis Padres tuvieron que Aprender la Diferencia entre Diabetes Tipo 1 y Tipo 2


 2016-04-02

El 26 de enero de 2016, a los 23 años de edad, me diagnosticaron diabetes tipo 1. Toda mi vida había estado bien y no había tenido problemas de salud. Por lo tanto, cuando me diagnosticaron diabetes tipo 1, fue un suceso increíblemente inesperado. Mis primeras reacciones fueron la impresión, el nerviosismo y la ansiedad por la incertidumbre de cómo sería mi nuevo futuro con la enfermedad. Sin embargo, casi inmediatamente llegué a aceptar lo que los médicos me decían y decidí que esta sería mi nueva vida. También sabía que era lo suficientemente fuerte como para manejar este nuevo reto.

Desafortunadamente, para mis padres, aceptar que su hija saludable de 23 años de edad tenía diabetes tipo 1 no fue tan fácil como lo fue para mí. Se sintieron devastados y no entendían por qué me había pasado a mí, de entre todas las personas en el mundo, por qué tuvo que pasarle a su hija.

Unos meses antes de ser diagnosticada, empecé a tener los síntomas clásicos de la diabetes (sed insaciable, micción excesiva, fatiga, debilidad, visión borrosa, pérdida de peso). Investigué un poco y me pareció que todo indicaba que se trataba de diabetes. Cuando se lo dije a mis padres, ellos rechazaron la idea y dijeron “Pero si eres muy delgada, ¿cómo podrías tener diabetes?” Respecto a mi pérdida de peso extrema, ellos creían que se debía al “estrés de la escuela y al calor”. No fue sino hasta que me trasladaron de emergencia al hospital y supimos que me encontraba en un estado de cetoacidosis diabética y que mis niveles de azúcar estaban en el rango de 600 que finalmente lo encararon. Se sorprendieron y se sintieron culpables por no haberme escuchado antes. No lo podían creer, porque toda mi vida había sido una persona saludable. Ellos se sentían devastados y estaban pasando por un proceso de duelo; incluso podría decir que estaban un poco deprimidos por el diagnóstico. Mi papá deambulaba por la casa; mi mamá lloraba cuando veía mis inyecciones de insulina. “Desearía haber sido yo y no tú”, decía mi papá.

Todo era nuevo para ellos, yo soy la primera persona de nuestra familia que ha sido diagnosticada con diabetes tipo 1. Tanto de parte de mi mamá como de mi papá ha habido casos de diabetes tipo 2, pero siempre en familiares de edad más avanzada. Para ellos, la idea era muy extraña. Estaban acostumbrados a no permitir que sus papás comieran pan o arroz, etc. Al inicio, me trataban como si tuviera diabetes tipo 2 y querían comprar todo lo que fuera sin azúcar. Para ellos era difícil comprender la idea de que en mi caso, el problema era mi páncreas y no tanto mi dieta o estilo de vida.

Poco a poco, están llegando a entender la idea y están aprendiendo las diferencias entre la diabetes tipo 1 y tipo 2. Algo que realmente ayudó fue que mi mamá me acompañara a las citas con el endocrinólogo. Él estaba mejor capacitado para darle información y responder a todas sus preguntas. También les envié por correo electrónico un diagrama que mostraba las diferencias entre los dos tipos de diabetes y lo que ocurre en el cuerpo. En términos de sugerencias de dieta, les di información acerca de las dietas saludables recomendadas para las personas comunes y corrientes (1/2 plato de verduras, ¼ de proteína y ¼ de granos). También encontré información acerca de qué son los “carbohidratos saludables”, y les di un enlace a un sitio web llamado fingerprickingood.com para darles ideas de qué podían cocinar. Sabía que ellos querían sentir que me estaban ayudando de manera activa, y sé que mis padres solo se sentían mal porque algo como esto le hubiera ocurrido a su hija.

No hay un momento en el día en el que no esté consciente de la presencia de mi enfermedad, pero nunca pregunto “¿Por qué a mí?”. Si estoy comiendo, haciendo ejercicio, tomando medicina, inyectándome insulina, si estoy con mis amigos o estoy revisando mis niveles de glucosa en la sangre, la diabetes siempre está presente en mi mente. Es una constante con la que he aprendido a vivir, mi propia compañera 24 horas al día, siete días a la semana. La diabetes tipo 1 es un recordatorio diario de que tengo que ser más fuerte que las personas de mi edad, que tengo que ser más disciplinada, que tengo que madurar un poco más rápido y que tengo que ser más responsable que otros. Vivir con la enfermedad no significa que mi vida se haya acabado o que no puedo hacer las cosas que los demás hacen. Puedo hacer todo lo que cualquier otra persona puede hacer, es solo que debo dar unos pasos adicionales para asegurarme de que mis niveles de azúcar están bajo control antes de hacerlas. La diabetes tipo 1 es una parte importante de mi vida, pero no es toda mi vida…

Solo espero que al compartir mi historia y experiencia con este nuevo diagnóstico pueda ayudar a alguien más que también podría estar pasando por una experiencia similar. Si hay algo que las personas que lean esto pueden aprender, es que ser diagnosticado con diabetes tipo 1 no es el fin del mundo. En mi vida nunca he estado más feliz que en este momento. He aprendido a no dar las cosas sencillas por sentado y a apreciar las cosas como la salud. Espero con ansias las cosas sencillas de la vida y tengo una nueva apreciación por cosas en las que la mayoría de personas no piensan o que dan por sentado. Mi enfermedad también me ha enseñado mucho sobre mí y sobre mi fortaleza interior. No soy perfecta y vivir con la enfermedad no es fácil, pero sé que soy lo suficientemente fuerte como para enfrentarme a esta vida y superar los obstáculos que se me presenten.


¿Qué es la diabetes tipo 1?

¿Qué es la diabetes tipo 2?

 

 

ESCRITO POR Danette Salas, PUBLICADO 04/02/16, UPDATED 06/24/20

Danette Salas tiene 24 años de edad. Fue diagnosticada con diabetes tipo 1 el 26 de enero de 2016. Ahora se encuentra en el último semestre de la escuela de posgrado en la Universidad Estatal de California, Fullerton, y tiene planes de convertirse en patóloga del habla. Le encanta pasar tiempo con sus familiares y amigos. También le gusta viajar a distintos países, practicar senderismo, pasar tiempo afuera y ver partidos de hockey (¡Vamos Kings!)