La primera persona con diabetes tipo 1 en llegar a la cima del Monte Everest.
En mayo de 2006, él fue la primera persona con diabetes en escalar el Monte Everest. También ha escalado los picos más altos en los siete continentes y ha hecho excursiones tanto al Polo Norte como al Polo Sur. En algunas de las condiciones más extremas en la tierra, ha dirigido 14 exhibiciones de las que no solían haber datos cartográficos y eran desconocidas en Groenlandia, la Patagonia, las Montañas de la Luna (este de África), el desierto del Sahara y el desierto Thar de la India. Will Cross, quien ha vivido con diabetes tipo 1 por 40 años, es uno de los miembros más conocidos de la comunidad de la diabetes tipo 1, y ha asesorado a montañistas y exploradores con diabetes alrededor del mundo. Cuando no está escalando o entrenándose para escalar, él habla y trabaja con Tandem Diabetes en un proyecto llamado “What’s your Everest” (¿Cuál es tu Everest?), el cual anima a las personas con diabetes a salir y hacer algo que sea importante para ellos. Desde su hogar en Pittsburgh, Pennsylvania, él le cuenta a Beyond Type 1 su historia sobre el montañismo, la diabetes y cómo logra tener éxito en el manejo de ambas.
“¿Qué quieres saber?”, me pregunta con una audacia que es a la vez encantadora y juguetona. Empezamos desde el inicio con su diagnóstico a los 9 años en 1976 y cómo empezó a escalar. “Nunca aspiré a ser un jugador de béisbol o fútbol”, me dice. “Solo quería escalar; la diabetes no opacó ese deseo. Escalaba la cuna; escalaba las cortinas”. Se ríe. Cross habla con una combinación única de franqueza y humor. Inmediatamente me siento atraída a su historia, encantada por la honestidad con la que la cuenta.
En 1985 se dio un año libre después de la escuela secundaria y aplicó para ir a la Patagonia. Así describe el formulario de solicitud: “En la parte superior, en letras grandes decía, si tiene diabetes o epilepsia no podemos considerarlo; ni siquiera aplique. Y eso me puso furioso”. Él aplicó de todas formas, y después le escribió una carta al “sujeto que estaba a cargo de la exhibición”, quien resultó ser nada menos que el príncipe Carlos. Para poder convencerlo de que era capaz de ir, lo ayudó a dirigir un grupo de selección que preparaba a los candidatos para escalar. Él describe esto como “un fin de semana al estilo Bear Grills”. Con base en su investigación, ayudó a diseñar el programa y a elegir a las personas que irían. Poco después, le otorgaron un permiso real para ir a la exhibición de la Patagonia.
“La Patagonia fue un desastre”, dice. “Nos quedamos sin comida”. Él cuenta además cómo cazaban y buscaban comida para sobrevivir. “Era estresante”, dice. “¿Quieres tener estrés en tu vida? Prueba la inanición”. Él habla de todo el esfuerzo que fue necesario para llegar ahí y cómo no iba a tirar la toalla por eso y por su orgullo. Algunos días atrapaban pescados y otros días solo tenían té de musgo y corteza para comer. “Algunos días solo tenía dos unidades de insulina”, dice.
“Lo que me enseñó”, dice Cross, “es que inherentemente, existen percepciones de las limitaciones y de lo que puedes hacer, pero lo resolví y esto formó la base de mi excursión hacia el Polo Sur en 2002. Ninguna persona con diabetes tipo 1 lo había hecho antes. Estabas en un lugar a -4°F en un día cálido y rondaba la pregunta de qué ibas a hacer cuando la temperatura se tornara realmente helada. Me dijeron que iba a perder los dedos de las manos y los pies debido al daño a los nervios y que iba a perder la vista, pero yo no lo creí así. Sin embargo, tampoco tenía pruebas. Me uní con la Universidad de Pittsburgh para determinar cómo era que alguien con diabetes podía hacerlo, y resulta que es posible”.
Le pregunto a Cross acerca de cómo se prepara para las exhibiciones y me dice que contratar a un entrenador ha resultado ser la mejor manera. Él habla de una forma más inteligente de ejercitarse y de la importancia del equilibrio y el entrenamiento de músculos. “Tengo casi 50 años de edad y necesito una mejor manera de estar en forma”. También investiga mucho antes de tiempo sobre la montaña que va a escalar y la ruta que pretende tomar. Pone su vida en orden antes de salir al pagar las facturas y pedir suministros para la diabetes antes de los viajes. Dedica tiempo a pensar tranquilamente; esta es su versión de la meditación. “Sin embargo, no es nada parecido a sentarme de piernas cruzadas”, me asegura.
Ha aconsejado a Svati Nerula, quien escaló el Everest en 2015 cuando un fuerte terremoto sacudió a Nepal y ocasionó una avalancha, lo que ocasionó la muerte de 9,000 personas. “Lo importante era el manejo de la insulina y dónde guardarla”, dice. “Le dije que la guardara en varios lugares en caso de una avalancha, de robo o de que bajen demasiado la temperatura”. Me dice que necesitas más insulina cuando experimentas estrés y el mal de altura es parecido a niveles bajos de azúcar en sangre. “También tienes que beber más agua”, dice, “porque las cetonas son un producto derivado de la altura”.
“¿Entrenas con otros montañistas?”, pregunto.
“No”, dice rotundamente. “No soy un ‘sujeto de grupo’. Si hay un recorrido en bicicleta en grupo, no voy; prefiero hacerlo por mi cuenta. Eso aplica a la mayoría de los entrenamientos”.
“¿Por qué?”
“No me gusta la gente”, bromea.
“¿Es esa la naturaleza del montañismo?” “¿Estar solo?”
“Está la parte de la versión de Hollywood del montañismo que es un trabajo en solitario, casi monástico, donde estás dedicado a esta misión altruista, pero la realidad es que estás escalando una roca y a la mayor parte del mundo no le interesa. Tu devoción y compromiso con la tarea… eso es lo importante. Lo mismo ocurre con cualquier atleta en realidad”.
“¿Cuándo pensaste que podrías haber hecho un mejor trabajo?”.
“En el matrimonio”, dice y se ríe. “En serio, es emocionante estar al borde de ‘nadie ha hecho esto antes’, pero habría sido agradable tener una comunidad a la que podía acudir en busca de consejos cuando hice algunos de estos ascensos. Tuve que aprender a prueba y error. Fue peligroso y tengo la suerte de haber salido adelante con eso”.
“¿Cuál ha sido tu ascenso más difícil?”
“Definitivamente el Everest. Subí tres veces el Everest. En 2004, el oxígeno me falló más o menos a los 20,000 pies. En 2005, no estaba cómodo con el clima y la distancia que me quedaba hasta la cima era de un campo de fútbol, pero regresé. Y en 2006, llegué a la cima”.
“¿Cuán importante es la paciencia cuando escalas el Everest?”
“Es muy importante”, dice. “Se requiere de paciencia, experiencia y humildad. La espada de dos filos del ascenso es que se requiere de tanto esfuerzo físico y mental para tener éxito que te empujas demasiado y con eso puedes cometer un error y morir congelado o no poder bajar”.
“¿Es más difícil bajar de la cima?”
“Mucho más difícil”, dice. “Subir es aquello para lo que te has preparado; no te has entrenado para bajar. Si celebras demasiado, pierdes tu ventaja, tu deseo. Ahí es donde cometes errores”.
“¿Cuál es tu mayor temor?”
“Una avalancha”, dice inmediatamente; luego añade, “los temores usuales… caerse en una grieta y nunca salir. El básico temor a la muerte”. Se ríe. “Tengo cuatro hijos y quiero regresar a casa entero. Ese tipo de temor te mantiene honesto y responsable; te hace prepararte correctamente, tanto mental como físicamente”.
“Cuando subiste el Everest, ¿en qué pensabas?” Quiero saber, “¿qué sentiste?”
“Alivio”, dice. “Fue tan aterrador como gratificante”.
Trato de imaginar la quietud, la blancura y el aire ligero de la montaña, pero Cross no lo adorna ni habla en metáforas. Dice las cosas como son, sin dudas y sin disculparse.
“Te gusta creer que estás pensando de forma lógica”, dice Cross, “pero no es así. Estás justo al borde de lo que un ser humano es capaz de hacer. Quieres mantener tus cosas en orden y bajar en una pieza”.
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