Sobre la historia de la insulina


 2017-10-31

¿Alguna vez te has puesto a pensar lo que costó descubrir la insulina que hoy nos mantiene con vida?  Hoy, queremos contarte esta historia que tanto nos gusta:  la historia de la insulina.

Antes de su descubrimiento

Antes del descubrimiento de la insulina, nuestros pares con diabetes tipo 1 morían al poco tiempo tras su diagnóstico. No sólo no se conocía la causa de esta condición de vida sino se desconocía la forma en la que debía tratarse. Se dice que en el antiguo Egipto, cerca de 1552 A.C. Hesy-Ra documentó los primeros síntomas de lo que ahora sospechamos se trataba de diabetes.  Algunos estudiosos de la salud notaban que había algún tipo de condición en la que la orina parecía dulce. De hecho, se dice que podía observarse a las hormigas acercarse a la orina.

Más adelante, Arateus en Grecia describió la poliuria y a la diabetes como una enfermedad donde los síntomas más marcados eran la pérdida de peso y la frecuencia al orinar.

Fue en los 1670 que la palabra mellitus fue agregada a la condición justamente haciendo referencia a lo dulce de la orina. Mellitus refiriéndose a miel. No hubo forma química para demostrar que efectivamente había una elevada concentración de glucosa en la orina sino hasta cerca de 1908.

El primer abordaje nutrimental

Los expertos en salud más tarde de alguna forma vieron que si al paciente se le sometía a una dieta sin carbohidratos y muy restringida en calorías podían mantenerse con vida por periodos más largos.  Apollinaire Bouchardat, un médico francés observó este efecto por primera vez en algunos de sus pacientes que tenían que racionar su alimentación como efecto de la guerra.

Más adelante, Elliott Joslin escribió su libro El Tratamiento de la Diabetes Mellitus donde, entre muchos otros puntos, expuso cómo el ayuno y el ejercicio frecuente reducía de forma importante el riesgo de muerte en personas con diabetes.

Células desconocidas

Durante el siglo XIX, se observó a muchos morir a causa de esta condición. En muchas personas se observó en procedimientos post mortem que el páncreas tenía cierto tipo de daño.  Sin embargo fue hasta 1869 que un estudiante de medicina de nombre Paul Langerhans encontró que dentro del páncreas había una acumulación de células cuya función aún era desconocida.

Estas famosas células eran, nada más y nada menos, que las células B (beta) productoras de insulina. En su honor es que estas células llevan el nombre por el que las conocemos actualmente:  “Islotes de Langerhans”.

Los perros de Minkowski

En 1889 Oskar Minkowski y Joseph Von Mering demostraron que si a un perro se le extraía el páncreas desarrollaría diabetes de forma automática. Era entonces evidente de que el páncreas jugaba un papel clave y que estas células producidas en el páncreas eran quizá la respuesta. Se encontró también gracias a este y muchos otros experimentos con perros que el páncreas tenía dos “tareas o funciones específicas”.

a) producir jugos digestivos y b) producir una sustancia que regulaba los niveles de glucosa en sangre

Hipotéticamente, esta sustancia tenía la clave para resolver el que, hasta entonces, era un misterio cuando se hablaba de diabetes y su tratamiento.

El Dr. Banting

El Dr. Frederick Banting creía que estos jugos digestivos podrían afectar de forma adversa a la secreción que producían los Islotes de Langerhans (todavía no sabían qué exactamente era esta sustancia).

En 1921, Banting presentó esta y otras ideas al profesor John Macleod quien era una figura clave ya en investigación en cuanto a diabetes se refiere. Macleod no pensó que la investigación de Banting fuera a tener mucho éxito y sin embargo decidió apoyarlo.

MacLeod amablemente dio un laboratorio a Banting y unos cuantos pobres perros (insistiremos en lo mucho que tendríamos que agradecer a esos perros)  para continuar con la investigación. Como bono, Macleod le asignó a Banting un asistente (estudiante de medicina) de nombre Charles Best y de quien seguro ya has escuchado otras historias.

Estos dos ilustres hombres experimentaron una vez más con los perros (jamás terminaremos de agradecer a todos esos perros) y observaron que al extraer el páncreas pasaba lo siguiente:  la glucosa (azúcar) en sangre del perro se elevaba, el perro presentaba mucha sed, tomaba mucha agua y orinaba más de lo normal y el perro cada vez estaba más débil

En resumen: el perro desarrolló diabetes (ahora sabemos que esos son los síntomas de hiperglucemia o niveles elevados de glucosa en sangre).

Sus investigaciones continuaron y más adelante se logró remover y tratar el páncreas para aislar una sustancia a la que dieron el nombre de ISLETINA.

El extracto (isletina) fue inyectado al perro y en ese momento sus niveles de glucosa bajaron de forma importante. El perro cada vez se encontraba más saludable y no tenía ya los síntomas de diabetes.

MacLeod no creía que estos resultados fueran necesarios por lo que pidió que se continuara con la investigación, Banting y Best sabían que necesitaban más órganos en los cuales hacer estas pruebas así que comenzaron a usar vacas.

Con esta nueva fuente lograron conservar con vida a varios perros con diabetes. Al ver los resultados el exigente Macleod quedó satisfecho y premió a Best y Banting con un nuevo laboratorio, fondos para su investigación y decidió bautizar a esta secreción o extracto como insulina. Además ahora sabían que no era necesario encoger al páncreas para lograr obtener la sustancia famosa que ya conocían como insulina.

En 1921 Bertram Collip se unió al equipo de trabajo. Su labor específica era trabajar para purificar esta sustancia y así poder emplearla y probarla en humanos.

Banting y Best 

Banting y Best seguramente dormían poco. Estaban ansiosos de probar esta sustancia en humanos. Ya habían demostrado que funcionaba bien en perros pero ¿y en humanos? así que decidieron inyectarse insulina y ver los efectos de la misma. Ellos reportaron sentirse débiles, mareados pero no presentaron ningún daño grave o lesión severa (ahora sabemos que se trataba de una hipoglucemia, yo hago todo para evitarlas pero a ellos les ganó la curiosidad y tuvieron que intentarlo).

Collip, por su lado, continuaba con sus trabajos para purificar la insulina y también experimentó para encontrar la dosificación adecuada. Aprendió cómo disminuir el efecto de una sobredosis de insulina con una fuente de glucosa pura (jugo de naranja o miel por ejemplo).

En 1922 (el 11 de enero para ser exactos) se eligió a Leonard Thompson como la primera persona en la que se trataría este nuevo “fármaco”. Leonard era un niño de 14 años con diabetes tipo 1. Antes de recibir insulina se encontró en repetidas ocasiones a punto de morir. Al poco tiempo tras el uso de insulina, Leonard recuperó su peso y la sintomatología había desaparecido.

A partir de ese momento se estudió el uso del fármaco en otras personas con diabetes. En ese mismo año, el 12 de abril de 1922, el equipo investigador propuso al presidente de la Universidad de Toronto asignar al extracto pancreático el nombre definitivo de insulina mientras que en España, el doctor Rossend Carrasco trabajaba en la obtención de insulina mediante la extirpación del páncreas de los cerdos del matadero municipal de Barcelona.

Muchas personas a quienes nuestra comunidad conoce usaron este tipo de insulinas y sabemos hoy en día que el riesgo de desarrollar hipoglucemia era mucho mayor y generaba importantes reacciones cutáneas, en gran medida quizá por sus impurezas.

A principios de los años 80 se desarrollaron las que conocemos como insulinas humanas. Estas insulinas no provienen específicamente del humano pero fueron creadas para asemejar la forma en la que funcionan las insulinas en el cuerpo humano. Estas insulinas análogas fueron evolucionando y fue cerca de 1996 que pudimos ver la aparición de los análogos de insulina específicamente la primera insulina de acción rápida. El año 2000 se esperaba con mucha emoción en el mundo y la comunidad de diabetes vio la aparición de las insulinas análogas de acción prolongada.

Esta historia no termina aquí, es muy larga y este es sólo el inicio. Por lo pronto agradezcamos al mundo por Best, MacLeod, Minkowski, Banting, los perros y las vacas y porque, sin ellos la insulina jamás habría llegado a nosotros.

Así, como en muchas ocasiones sucede, los descubrimientos surgen de la observación y curiosidad de algunas personas que cambian la vida de muchos.


Este contenido ha sido posible gracias al apoyo de Lilly Diabetes, patrocinador activo de Beyond Type 1 en el momento de su publicación. Beyond Type 1 mantiene el control editorial de todo el contenido publicado en nuestras plataformas.

ESCRITO POR Mariana Gomez, PUBLICADO 10/31/17, UPDATED 01/26/23

Mariana fue diagnosticada con diabetes Tipo 1 hace varias décadas. Ella es psicóloga y educadora en diabetes. En 2008, Mariana comenzó un blog donde comparte su experiencia de vida con otros www.dulcesitosparami.com Ella es vocero por la diabetes Tipo 1 en América Latina. Mariana trabajó con la Federación Mexicana de Diabetes hasta 2012 y hoy en día es Gerente de Comunidad en www.estudiabetes.org Ella es mamá de un jugador de fútbol americano de 11 años. Vive en la Ciudad de México y ama los unicornios.