Vaya, cómo han cambiado las cosas
Las personas todavía piensan que soy la misma que era antes de mi diagnóstico. Es difícil para ellas entender el hecho de que ya no tengo el control. Tuve una vida antes de la diabetes, la vida en la que comía pretzel croissants, pan de pizza y chocolate. Y la vida que tengo ahora; comidas bajas en carbohidratos, caminatas por las tardes y 15 pinchazos en mis dedos al día.
A la única persona con diabetes que conocí fue en la escuela preparatoria. Todavía puedo recordarla con su brazalete de identificación alrededor de su muñeca y los dulces para “diabéticos” que comía en el bus. Nunca se quejó ni dio explicaciones. Yo sabía que era algo terrible, pero ¿cómo alguien puede entender lo que es vivir con una enfermedad que requiere tu atención todo el día, cada día? Nunca en mi vida me había sentido tan culpable por la comida, preguntándome si comí demasiado o muy poco, o si caminé y me inyecté suficiente.
Y por cierto… estoy harta de las personas que me dicen lo fuerte y valiente que soy. ¡A la M** todo! Si pudiera, escaparía de esta enfermedad. ¿Quién no lo haría?
La valentía y la fuerza no tienen qué ver con esto. ¿Cómo te sentirías si te pusieran en una categoría en la que no pediste estar y no hiciste nada para entrar?
Por eso es que me frustro cuando las personas me preguntan la razón por la que me llevó mucho tiempo aceptar la insulina. Si estuvieras en mis zapatos, ¿no habrías intentado todo también?
No me arrepiento un minuto de haber intentado algo alternativo. Cada profesional me dio esperanza. Pienso que eso es algo que una persona que no está enferma con diabetes no puede entender. Es difícil no equiparar las palabras “no tiene cura” con “no hay esperanza”. Todavía estoy esperanzada, pero soy realista.
Soy una persona optimista y realista.

Ahora me tomo mi tiempo casi para todo y eso no es porque esté metida en el “cuidado personal”. Si salgo apresurada y no llevo todo lo que necesito, es un desastre. Las personas dicen que admiran mi disciplina, pero la verdad es que si pudiera tomar martinis y darme un atracón de helado, lo haría.
¿Creo en el destino? No realmente, lo cierto es que tú obtienes lo que obtienes. SÍ, estoy tan enojada por la injusticia de todo esto que podría pegarle a la pared. Pero también me siento agradecida.
Antes de mi diagnóstico no había un botón de apagado. Estaba acostumbrada a hacer, comer y comportarme como me parecía. Inventé mis propias reglas y vivía con mi idea de lo que significaba ser saludable. Ignoré lo establecido por la medicina y puse mi fe en las cosas que con el tiempo perdían fuerza. Eso no es para decir que no uso la medicina alternativa o los métodos de sanación para complementar mi régimen alopático. Esto simplemente significa que ya no me escondo en la alacena con la idea de tomar un Panadol.
La gratitud ha sido una gran ganancia para mi vida. Cada día me imagino literalmente siendo humilde ante lo desconocido de los artificios de la creación. Existen cosas que no tienen respuestas.
Comprender que no estoy sola ante preguntas sin respuestas hace que las cosas sean más fáciles de llevar.
Pero eso no significa que unos días no sean malos. Así que si no te sientes agradecido o no puedes pasar por las molestias de cuidarte y terminas diciéndoles a tus amigos que se vayan a freír espárragos porque no te entienden:
Vas a sobrevivir…
Con todo respeto, Rachel.
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