Vaya, cómo han cambiado las cosas


 2016-07-30

Las personas todavía piensan que soy la misma que era antes de mi diagnóstico. Es difícil para ellas entender el hecho de que ya no tengo el control. Tuve una vida antes de la diabetes, la vida en la que comía pretzel croissants, pan de pizza y chocolate. Y la vida que tengo ahora; comidas bajas en carbohidratos, caminatas por las tardes y 15 pinchazos en mis dedos al día.

A la única persona con diabetes que conocí fue en la escuela preparatoria. Todavía puedo recordarla con su brazalete de identificación alrededor de su muñeca y los dulces para “diabéticos” que comía en el bus. Nunca se quejó ni dio explicaciones. Yo sabía que era algo terrible, pero ¿cómo alguien puede entender lo que es vivir con una enfermedad que requiere tu atención todo el día, cada día?  Nunca en mi vida me había sentido tan culpable por la comida, preguntándome si comí demasiado o muy poco, o si caminé y me inyecté suficiente.

Y por cierto… estoy harta de las personas que me dicen lo fuerte y valiente que soy. ¡A la M** todo! Si pudiera, escaparía de esta enfermedad.  ¿Quién no lo haría?    

La valentía y la fuerza no tienen qué ver con esto. ¿Cómo te sentirías si te pusieran en una categoría en la que no pediste estar y no hiciste nada para entrar?

Por eso es que me frustro cuando las personas me preguntan la razón por la que me llevó mucho tiempo aceptar la insulina. Si estuvieras en mis zapatos, ¿no habrías intentado todo también?

No me arrepiento un minuto de haber intentado algo alternativo. Cada profesional me dio esperanza. Pienso que eso es algo que una persona que no está enferma con diabetes no puede entender. Es difícil no equiparar las palabras “no tiene cura” con “no hay esperanza”.  Todavía estoy esperanzada, pero soy realista.

Soy una persona optimista y realista.

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Ahora me tomo mi tiempo casi para todo y eso no es porque esté metida en el “cuidado personal”. Si salgo apresurada y no llevo todo lo que necesito, es un desastre. Las personas dicen que admiran mi disciplina, pero la verdad es que si pudiera tomar martinis y darme un atracón de helado, lo haría.

¿Creo en el destino? No realmente, lo cierto es que tú obtienes lo que obtienes. SÍ, estoy tan enojada por la injusticia de todo esto que podría pegarle a la pared. Pero también me siento agradecida.    

Antes de mi diagnóstico no había un botón de apagado. Estaba acostumbrada a hacer, comer y comportarme como me parecía. Inventé mis propias reglas y vivía con mi idea de lo que significaba ser saludable. Ignoré lo establecido por la medicina y puse mi fe en las cosas que con el tiempo perdían fuerza. Eso no es para decir que no uso la medicina alternativa o los métodos de sanación para complementar mi régimen alopático. Esto simplemente significa que ya no me escondo en la alacena con la idea de tomar un Panadol.

La gratitud ha sido una gran ganancia para mi vida. Cada día me imagino literalmente siendo humilde ante lo desconocido de los artificios de la creación. Existen cosas que no tienen respuestas.

Comprender que no estoy sola ante preguntas sin respuestas hace que las cosas sean más fáciles de llevar.

Pero eso no significa que unos días no sean malos.  Así que si no te sientes agradecido o no puedes  pasar por las molestias de cuidarte y terminas diciéndoles a tus amigos que se vayan a freír espárragos porque no te entienden:

Vas a sobrevivir…

Con todo respeto, Rachel.


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ESCRITO POR Rachel Zinman-Jeanes, PUBLICADO 07/30/16, UPDATED 07/11/22

Rachel fue diagnosticada con diabetes en el 2008. Al principio los médicos no estaban seguros si era diabetes tipo 1 o 2, ya que ella no era una típica paciente de cualquiera de las dos enfermedades. Para obtener el diagnóstico correcto pasaron casi seis años. Ahora, Rachel sabe que tiene diabetes autoinmune latente en adultos, tipo 1. Empezó con el yoga en la preparatoria a los 17 años y a los 19, se enganchó. Cuando inició con el yoga fue para ayudarse en su carrera de danza, pero conforme su práctica avanzó, se apasionó con los aspectos más profundos del yoga y su capacidad de curar e inspirar. 30 años después todavía practica apasionadamente y ha estado enseñando a niveles nacional (en Australia) e internacional desde 1992. También es mamá, música, escritora y cineasta amateur. Después de su diagnóstico, Rachel trabajó con varios aspectos del yoga para tratarse y curarse a sí misma y cuando finalmente tuvo que usar la insulina, se dio cuenta de que por la práctica de yoga durante años, ella era capaz de preservar lo que le quedaba de células beta. Ahora que está con la insulina, usa sus posturas, respiraciones y prácticas de meditación para mantener la calma ante la inestabilidad de esta desafiante enfermedad. Rachel está absolutamente segura de que el yoga es para todos y su misión es compartir lo que ha aprendido con la comunidad de la diabetes, así como crear conciencia sobre la diabetes tipo 1 entre los instructores de yoga tanto nivel local en Australia como a nivel internacional.