Viajar Me Empoderó en el Manejo de mi Diabetes.
En 2011 tuve la oportunidad de realizar un intercambio estudiantil por 6 meses en Buenos Aires, Argentina. En ese tiempo, recuerdo que era muy estricta y rígida (por no decir obsesiva) en el manejo de mi diabetes. Quizá fue porque había sido hospitalizada en dos ocasiones por cetoacidosis diabética, gracias a un periodo en donde el enojo hacia mi diabetes se tradujo en no cuidarme. Fueron varios procesos los que atravesé hasta la aceptación de mi diabetes. Por lo tanto, cuando a mis padres les compartí esta nueva oportunidad, creo que por una parte estaban nerviosos, pero contentos y seguros de que yo ya sería responsable.
El proceso previo a mi partida fue un poco abrumador. Aparte de investigar y tener todo en orden, como los boletos de avión, el hostal a donde iba a llegar, etc., tuve que preparar todo lo relacionado con el cuidado de mi diabetes. Desde la carta de mi endocrinólogo, ubicar farmacias cercanas a mi estancia, verificar la existencia, nombres y costos de mis insulinas y tiras reactivas, así como de los suministros para mi microinfusora.
Preparación para llegar a otro país
Afortunadamente, no tuve ningún contratiempo en los puntos de revisión de los aeropuertos (que era algo que me tenía sumamente nerviosa) porque en mi equipaje de mano llevaba todo mi arsenal de diabetes: glucómetro, tiras, lancetas, sets de infusión, insertador, reservorios, pilas e insulinas. Después de un vuelo de 13 horas, no podía creer que al fin estaba en otro país. Por primera vez estaba por mi propia cuenta, lejos de casa.
El primer mes fue el más difícil, descubrir cómo moverme en las líneas del subte, realizar trámites burocráticos, extrañar a mi familia, adaptarme a la comida, horarios, actividades, atender la universidad, etc. Pero paso a paso mi gozo fue predominando y tuve suerte de que en las farmacias cercanas a mi hostal siempre encontraba todo lo que necesitaba.
¡Todo iba de maravilla! Las clases, los paseos, convivir con mis roomies, explorar y disfrutar Buenos Aires. Creo que una forma muy importante de conocer otros lugares es a través de la comida y, el miedo que tenía hacia la comida, se fue desvaneciendo.
Me deleité con las medias lunas, el asado, los choripanes, la pizza y los alfajores. Me di cuenta de que mi rigidez no era funcional y, al mismo tiempo, comprobé que era capaz de disfrutar sin dejar de ser responsable de mi diabetes.
Obviamente a veces mi glucosa se elevó porque no estaba familiarizada con el contenido de carbohidratos de algunos platillos, pero yo sabía que era algo que podía suceder y que corrigiendo con insulina no tenía por qué sentirme culpable o que estaba “perdiendo el control”.
¡Leccionese aprendidas!
Sin embargo, mi tranquilidad se fue desvaneciendo cuando noté que mis niveles de glucosa se elevaban y se mantenían de esa manera, a pesar de que no había cambiado algo en mi tratamiento. Me sentía muy ansiosa y frustrada porque por más que analizaba, no encontraba posibles causas. Incluso, llegué a cambiar mi set de infusión hasta dos veces en un mismo día, pensando que la cánula subcutánea pudiera estarse doblando. En esos momentos sentí una desesperanza y desolación tan grandes, pero yo sabía que tenía que mantener la calma, más que ahora que solo me tenía a mi.
En una llamada telefónica con mi endocrinólogo, revisamos diferentes aspectos de mi tratamiento y actividades de autocuidado. Al final resultó ser algo tan sencillo, pero tan importante: rotar los lugares de inserción. ¡Lección muy bien aprendida!
Otras sorpresas en mi viaje
Meses después, hubo un brote de sarampión, cosa que me preocupó porque de pequeña no me había dado. A los pocos días, uno de los compañeros de intercambio comenzó a tener brotes y no pasó mucho tiempo cuando yo también noté unos cuantos brotes en mi piel. Tuve la suerte de que en mi hostal estuviera hospedado un colombiano haciendo sus prácticas como internista. Me recomendó tomar un medicamento para contrarrestar el brote, lo cual funcionó hasta cierto punto. En ese momento mis niveles se comportaron de manera errática: subían y bajaban.
Los exámenes finales se acercaban. Una mañana estaba preparándome para iniciar mi día cuando de manera repentina, comencé a sentirme muy débil. Tal cual como en las películas, los sonidos se desvanecieron y mi visión se tornó negra. Cuando medio recobre la conciencia, estaba en el piso y una de mis roomies estaba tratando de despertarme. En cuanto tuve un poco más de fuerza, revisé mi glucosa y estaba en 175 mg/dl. Me pareció muy extraño porque yo pensé que pudiera haber sido una hipoglucemia, pero igual sabía que podía estar relacionado con el sarampión.
Al día siguiente fui a realizarme unos exámenes de sangre por recomendación de mi endocrinólogo. No me estaba sintiendo nada bien y justo cuando estaba hablando con la recepcionista, me desmayé. Al despertar estaba en una cama. Una de mis roomies me trajo mi celular para poder comunicarme con mis papás. Cuando vino el médico a verme, me comentó que aparte de los análisis sanguíneos, también realizarían exámenes de orina. Horas más tarde, resultó que tenía una infección en las vías urinarias, gracias a que mis sistema inmune estaba debilitado. Por fortuna, ese mismo día me dieron de alta junto con mi tratamiento.
Vivir todo eso en un periodo breve de tiempo fue duro, pero por otro lado fue un alivio saber el porqué del comportamiento errático de mis niveles de glucosa y mi malestar. Justo estaba a dos semanas de los trabajos y exámenes finales. A mi ritmo fui enfocando mis esfuerzos y por fortuna tanto mi cuerpo como mis niveles mejoraron.
El primer día de diciembre llegó y eso significaba dos cosas: inicio de las vacaciones y entrega de calificaciones. Sabía que no me había ido mal, pero tampoco estaba confiada. Para mi gran sorpresa y a pesar de todo el caos, todo salió bien.
Vivencias que me retaron
En definitiva, esas vivencias me retaron. Nunca imaginé que todo eso iba a suceder, pero, ¿acaso no es así la vida? Tanto en la vida como en la diabetes existen momentos críticos, pero que cada uno de nosotros somos nuestro primer y mejor recurso para salir adelante. De todas las experiencias aprendemos y depende de nuestra actitud para que ello sea así. Pude ver que era más fuerte de lo que pensaba y, al final, todo eso me empoderó en muchos aspectos y, sobretodo, en el manejo de mi diabetes.
Justo antes de mi regreso, y para cerrar con broche de oro, me animé a realizar un deseo mío: ¡un tatuaje! Obviamente investigué todos los cuidados que tenía que considerar, tanto para el tatuaje como para mi diabetes. Elegí un ave fénix porque para mí simboliza tanto lo que sentí y viví, así como lo que la diabetes representa en mi vida: renacer más fuerte de las propias cenizas.
Si tienes oportunidad de viajar, ¡hazlo! La diabetes no tiene porqué ser un impedimento. Eso sí, requiere de mucha investigación, planeación y prevención, pero, sobretodo, ¡de tener muchas ganas de salir a vivir y explorar el mundo!