El diario de una niñera: ahora comprendo


 2015-07-15

 

 

Durante mi entrevista de trabajo para una niñera y el puesto de cuidadora de alguien con diabetes Tipo 1 en el otoño de 2014, ninguna parte de mi confianza fue fingida. No sólo había oído de la diabetes Tipo 1, yo tenía un buen amigo que la padecía  y cuando estaba en la universidad había salido con un joven con diabetes Tipo 1. Yo había pinchado mi dedo (el nivel azúcar en mis sangre siempre estaba perfecto), había usado la conexión de una bomba por una semana (me causaba picazón), y alimenté a mi novio universitario con miel y jugo a las 3 a. m. cuando lo encontré tocando con el dedo a un ratón muerto en la cocina, hablando como un niño de cuatro años de edad, y tratando de escupirme mientras yo lo enfrentaba con una cuchara. Hasta donde yo sabía, la diabetes Tipo 1 era pan comido con algunos momentos emocionantes ocasionalmente.   

Lo que mi amable, humilde, y fuerte novio universitario no mencionó fue…todo.

Él manejaba el azúcar de su sangre sin queja ni explicación; y siendo yo tan egocéntrica como lo era, nunca pregunté sobre las minucias. Yo no sabía con qué cuidado él contaba los carbohidratos, que nunca tuvo una noche completa de sueño, o que la bolsa de cinco libras que gomitas en forma de ositos que estaba a lado de su cama era más para mantenerlo vivo que para atrapar a una joven golosa. Yo no comprendía que sus niveles bajos extremos eran realmente muy peligrosos, y no eran historias chistosas que podíamos contar porque él siempre volvía a la vida.   

Si hay un recuerdo que pudo haberme avisado de la severidad desgarradora de la diabetes Tipo 1, es el hecho que su mamá me llamaba por teléfono para averiguar dónde estaba él. Aún cuando yo no estaba viviendo en el mismo pueblo que su hijo, recibía una llamada ocasionalmente. Yo quería mucho a su mamá, y siempre me encantó saber de ella. Lo que yo no veía eran los años detrás de esas llamadas, los años preguntándose y preocupándose, ¿está bien mi hijo?, ¿está vivo?, ¿hay alguien que está pendiente de él?

Ahora comprendo. A las tres de la mañana me encuentro acostada en el piso del baño viendo las actualizaciones del Instagram de Taylor Swift mientras no le quitaba la vista al niño de ocho años de edad con diabetes Tipo 1 que está bajo mi cargo. A veces hago lagartijas para pasar el tiempo, a veces leo el Times del Domingo o uno de los tres libros que siempre tengo conmigo. Algunas noches lo único que mi cerebro soñoliento puede manejar mientras espero que suba el azúcar de la sangre de Kai es la basura sobre las celebridades. Suspendo toda la insulina tratando evitar el nivel bajo, y entonces espero. No quiero despertarlo. Le mido su sangre, luego lo hago de nuevo. La mañana siguiente lo dejo en la escuela y paso muchas horas pegada al app del MCG (medidor continuo de glucosa), con la esperanza de que yo haya hecho las decisiones correctas sobre la dosis. Lo miro mientras practica el fútbol y me asombro de lo pronto que quiere comenzar a jugar de nuevo después de un rescate.   

Lo que me permite continuar como una cuidadora que no es mamá son todos los cuidadores que he conocido personalmente y los que conozco por medio de los alcances extremos del Internet. Estoy físicamente sola en el baño esperando que suba el azúcar de la sangre de Kai, pero no estoy sola en este mundo de protectores y fortalecedores e investigadores y padres y amigos feroces. Yo podré ser nueva aquí, pero mi camino es mucho más fácil gracias a los que vinieron antes que yo. Ellos se han tomado el tiempo de compartir su sabiduría. Me encantó tomar el tiempo para compartir la mía.    

Kai tiene 8 años de edad. Él promete que nunca será demasiado viejo para acurrucarse, pero dejará atrás la necesidad constante del apoyo que su familia provee. Llegará a ser más independiente, más seguro de cómo vivir más allá. Trataré de no llamar a sus novias muy seguido.


Lee “Diarios de una niñera: Manejar la diabetes Tipo 1 en dos hogares”, también por James Austin, aquí.

 

ESCRITO POR JAMES AUSTIN, PUBLICADO 07/15/15, UPDATED 02/28/19

James fue criada en una granja de ovejas y aún se sorprende de encontrarse residiendo en la jungla urbana de San Francisco.  Ella es una educadora, una aventurera, y una Mary Poppins moderna. Ella es muy afortunada al haberse enamorado, de haber aprendido a hacer kitesurf, y haber sido una cuidadora de personas con diabetes Tipo 1. Ella escribe a mano más de 100 cartas y postales cada año, es entusiasta más allá de su habilidad de los deportes al aire libre y se ofrece como comadrona.