Recorrido Hacia el Maratón

 2017-11-01

Nota del editor: Mary es parte del equipo Beyond Type Run  Ella participó en el maratón de TCS de la Ciudad de Nueva York del 2017 para Beyond Type Run.


Mi nombre es Mary. Me diagnosticaron diabetes tipo 1 a los 7 años. Actualmente tengo 26 años, y hasta abril de 2017, nunca había corrido ni un kilómetro en toda mi vida. Entonces, ¿por qué estaré corriendo en el maratón de TCS de la Ciudad de Nueva York del 2017? Bueno, todo comenzó el noviembre pasado.

Beyond Type 1 anunció el evento Bike Beyond, una carrera en bicicleta a través del país durante 79 días y 6920 km (4300 millas), desde Nueva York hasta San Francisco. Con entusiasmo le dije a mi novio: “¡¡¡DIOS MÍO, VA A HABER UN EQUIPO DE PERSONAS CON DIABETES TIPO 1 MONTANDO BICICLETA POR TODO EL PAÍS ESTE VERANO, ¿NO TE PARECE INCREÍBLE? Y ESTOY TOTALMENTE DISPUESTA A HACERLO, SERÁ GENIAL!!”.

Él me miró por un segundo antes de responder, “Cariño… ni siquiera tienes una bicicleta”.

“SÍ, PERO ESTÁ TOTALMENTE BIEN, PUEDO HACERLO”.

“¿Qué hay de Lola?” (Mi querida perrita frenchie)

“¡LA LLEVARÉ CONMIGO EN UNA MOCHILA!” Dije mientras reíamos, completamente conscientes de lo ridículo que se oía todo.

Sabía que no podría hacerlo. No porque no tuviera fuerza de voluntad o el suficiente enfoque. Simplemente no montaba bicicleta. No era lo mío. No he tenido una bicicleta desde el bachillerato. Realmente no me importaba mucho el ciclismo o el atletismo en ese momento, para ser honesta. Disfrutaba más viendo a la gente jugar deportes y competir. Sin embargo, esto me hizo que me importara y puso una inquietud dentro de mí.

Entonces, cuando descubrí que Beyond Type 1 tendría un equipo para el maratón de la ciudad de Nueva York, pensé ¡SÍ! Esto sí lo puedo hacer. Esto totalmente lo puedo hacer . No importaba que no fuera corredora. No importaba que odiara correr. No importaba que literalmente nunca había corrido una milla. Iba a hacerlo. No había manera en el mundo de que no lo hiciera. Yo estaba determinada. Y esto fue algo en lo que mi novio me apoyó completamente y me animó a hacerlo.

Empecé lentamente… muy… muy lentamente. Descargué una aplicación para correr e intenté encontrar un plan de entrenamiento de maratón. Descubrí rápidamente que los planes de maratón requieren que ya hayas estado corriendo mucho, y había distancias iniciales de 5 a 6 1/2 m (3 a 4 millas). hmm no. Para alguien que nunca había corrido, eso era muy intimidante. Así que encontré un plan de 5K y razoné que para llegar a correr un maratón, tenía que ir paso a paso, pensé. 5K, luego 10K, luego medio maratón. Me inscribí en el medio maratón de San Francisco en julio, porque encajaría bien con mi plan de entrenamiento y sería un buen indicador de si realmente podría correr un maratón. Y luego, el 5 de febrero de 2017, a las 10:01 a. m., comencé mi entrenamiento de maratón.

De acuerdo, así que caminé mucho al principio. Es decir… la mayor parte del tiempo. Seguí diligentemente mi plan de intervalos entre correr y caminar. Dejo constancia de que ya había intentado hacerlo antes. Hubo una o dos ocasiones en mi vida en las que decidí intentar ser corredora, y conseguí una aplicación llamada Couch to 5K (del sofá al 5K) e intenté hacerlo. Sin embargo, cada vez, me rendía después de una semana más o menos porque lo odiaba. Esta vez no fue así. Esta vez sí seguí, porque tenía una razón para hacerlo. Comencé a tomarle gusto solo un poco, y comencé a descubrir cosas nuevas, como que mi nivel de azúcar en la sangre aumentaría alrededor de 20 minutos después de empezar una carrera o caminata de forma constante. Esto me pareció curioso, porque la mayoría de los otros corredores con diabetes tipo 1 con los que hablé tuvieron niveles bajos durante sus carreras. Por lo general, la actividad aeróbica, como trotar, reduce los niveles de azúcar en la sangre, mientras que los ejercicios anaeróbicos los elevan. Entonces, ¿por qué mi nivel estaba alto?

Después de algunas investigaciones, me di cuenta de que era mi “volcado de hígado” (o fenómeno del alba). Debido a que corría veloces intervalos, mi adrenalina aumentaba y, como resultado, mi hígado eliminaba todo mi glucógeno cuando comenzaba a entrenar. Encontré una manera de combatirlo dosificando una pequeña cantidad al comenzar mi carrera. De esa manera, como a los 20 minutos, cuando generalmente comenzaba a subirse, me mantenía estable.

Después de unos meses, el 3 de abril de 2017, corrí mi primera milla. ¡Mi primera milla EN LA VIDA! La corrí en menos de 10 minutos, y cuando lo hice salté y lancé mi puño al aire, allí mismo, en la acera junto al parque, donde los niños y los padres me miraban extrañados. No me importaba, ¡estaba TAN increíblemente emocionada! ¡Me sentía como si estuviera en la cima del mundo, como si pudiera hacer algo! Creo que es cuando finalmente sentí la “euforia del corredor” de la que la gente habla; ese sentimiento elusivo que uno persigue y persigue, y se aferra a la creencia de que sucederá, pero realmente no crees que te pasará a ti porque correr apeeesta (al principio). Y luego, de repente, correr ya no apesta. De repente, tu mundo cambia y te enamoras. De repente, sientes algo que nunca has sentido antes. Claro, es posible que haya logrado cosas geniales y cosas de las que estoy orgullosa, pero este sentimiento fue diferente a cualquier otro que haya tenido. Estaba extasiada, inspirada, motivada y orgullosa. Me sentí invencible. Me sentí libre. Sentí que podía volar.

Mi siguiente gran hito llegó en junio, en la ciudad de Nueva York. En este punto, cambié a usar una aplicación para correr diferente que me proporcionó más métricas. Había conseguido zapatos adecuados. Descubrí los calcetines de compresión y cómo aplicar correctamente la cinta adhesiva KT. Estaba experimentando con diferentes alimentos y productos para abastecerme en mis carreras. Había solucionado mi fascitis plantar (una de mis muchas lesiones) por el momento. Tenía un fabuloso cinturón para guardar todo mi equipo de diabetes. Estaba corriendo más tiempo y más rápido. Llegué a Nueva York para trabajar con el objetivo de correr el puente de Brooklyn mientras estaba allí, y estaba decidida a lograrlo.

Viví en Nueva York durante cuatro años, y me da vergüenza decir que ni siquiera una vez visité el puente de Brooklyn. Al regresar, sabía que quería correrlo, tenía que correrlo. El 1 de junio, a las 6:26 p. m. me propuse correr ese puente y lo corrí. Era la primera vez que corría en un entorno realmente urbano, la primera vez que corría en Nueva York, la primera vez que corría sin saber exactamente cómo era la ruta y la primera vez que corría un puente. Y SANTO DIOS déjame decirte, ¡Los puentes son DIFÍCILES! De hecho, me sorprendieron los cambios de elevación en mi carrera y lo difícil que fue. ¡Tuve que detenerme y pausar varias veces! Pero corrí ese puente y lo corrí rápido. ¡Y luego lo corrí al día siguiente! Correr sobre ese icónico puente, en una ciudad a la que solía llamar la mía y que aún se mantiene cerca de mi corazón, fue realmente mágico para mí. Me emocioné mucho más de seguir entrenando para el maratón.

El entrenamiento continuó hasta junio y julio a un ritmo más lento; estaba viajando mucho por trabajo y no tenía tanto tiempo para dedicarme a correr. Tuve algunos malos días de diabetes que me impidieron correr y me sentí un poco rezagada. A mediados de julio, me arranqué parte de una uña del pie. ¿Cómo? Ni idea. Estaba ayudando a empacar el equipo de Bike Beyond y miré hacia abajo para encontrar mi dedo del pie ensangrentado, todavía no sé cómo sucedió. Pero el resultado fue que ni siquiera pude usar zapatos cerrados durante una semana, y mucho menos correr. Me tomé 14 días libres y estuve enojada cada uno de esos días. Intenté hacer cross-training, pero no es tan divertido como correr. No me había enamorado de hacer ejercicio, me había enamorado de correr, y eso es a lo que quería volver. Debido a esta estúpida lesión en la uña del pie, tuve que retirarme de la media maratón de San Francisco. Al principio estaba enojada, pero me dije a mí misma que era mejor no correrla con un pie lesionado que perderme el maratón de Nueva York por lastimarme aún más.

Pero estaba atrasada. Ya era agosto y me sentía atrasada y lenta. Ni siquiera había corrido medio maratón, ¿cómo podría correr uno completo? La ansiedad se estaba asomando. Tenía mucho dolor en la cadera debido a una lesión por uso excesivo, las espinillas se inflamaban a veces sin previo aviso y el tobillo derecho se había dañado un poco. Me sentía un poco triste, pero nunca pensé en rendirme. Correr era lo que me sacaba de la cama todos los días, y yo iba a continuar sin importar que pasara.

Disminuí la velocidad de mis carreras y aumenté la distancia. Descubrí que al hacerlo, podía pasar más tiempo con menos dolor y agotamiento. El 3 de septiembre, corrí 12 millas. ¡El 9, corrí 15! ¡Luego, el siguiente sábado, 17! Me dolía el cuerpo, pero lo estaba haciendo… ¡Estaba demostrándome a mi misma que podía hacerlo! Mi cumpleaños estaba por venir, y durante mucho tiempo había querido llegar a 26 (porque cumplía 26), a 23 (porque es mi número de la suerte y fecha de nacimiento) o a 20 millas (solo porque 20 es un montón ) en mi cumpleaños. Decidí ir por 20. ¡Y LO HICE! No pensé que lo haría, pero el estímulo de mis amigos por medio de mensajes de texto y las redes sociales fue lo que me ayudó a superarlo. Recibí muchos mensajes sorprendentes desde que publiqué sobre eso el día anterior. Casi iba a rendirme en la milla 10, pero gracias a la inspiración de la comunidad ¡encontré la fuerza para seguir adelante! Los alentadores mensajes de texto de mi novio ayudaron también.

Fue una carrera increíble y no pensé que podría vencerla. Pero luego subí a 22 millas en mi siguiente carrera larga, y lo conseguí. Fue lento y duro, pero lo hice.

Y luego… me lesioné de nuevo. A pesar de que ahora estaba viendo a un médico y quiropráctico de deportes, lastimé mi pantorrilla en mi segunda carrera en la cinta de correr de todo este ciclo de entrenamiento. Al principio pude correr así, pero después de consultar con mi médico, me di cuenta de que necesitaba descansarla. Así que ahora aquí estoy, una semana antes del maratón y no he corrido durante casi una semana. Me salté mis carreras largas porque el dolor me estaba haciendo alterar mi forma. Me lo estoy tomando con calma y estoy descansando, consultando con mi médico especialista en deportes, y espero que todo vaya bien. Solo tengo que ser paciente.

La paciencia es una de las cosas que he aprendido de correr. No puedes apurar las cosas, no importa cuánto quieras hacerlo. Es extremadamente frustrante no poder correr debido a una lesión, pero si eres paciente y esperas a sanar, será mejor a la larga que intentar apresurarte y lastimarte de peor manera.

Correr me enseñó a tener menos miedo a los niveles bajos. Una vez que encontré varios bocadillos para atletas que realmente funcionaban rápidamente para subir mi glucosa en la sangre, me emocioné. No me preocupaba tanto por un nivel bajo porque tenía comida que sabía que me ayudaría a salir de él rápidamente. Al menos, esa es la mejor manera en que puedo explicarlo, definitivamente era algo mental.

Correr me enseñó a revisar más mis pies. Los corredores tienen que revisar sus pies todo el tiempo: verificar si tienen ampollas, si tienen problemas de las uñas de los pies o si tienen lesiones en el talón, o cualquier número de lesiones. Debes mantener las uñas de los pies cortas para evitar las uñas negras. Debes cuidar las ampollas porque no puedes correr, y mucho menos caminar, con ampollas. Al tener diabetes tipo 1 también hay que asegurarnos de que nuestros pies estén en buena forma, pero yo nunca les puse mucha atención antes (lo siento doctores). Ahora estoy feliz de decir que reviso mis pies todos los días.

Correr me enseñó a comer bien. Miré en mi refrigerador recientemente y mi novio señaló cómo, en este momento el año pasado, el refrigerador estaba lleno de refrescos y lo que ahora era el cajón de correr solía ser el cajón de dulces, y ¡qué sorprendente fue ese cambio! Él estaba en lo correcto. Dejé la soda, tanto la de dieta como la regular, para tratar niveles bajos. Tengo mejores meriendas para niveles bajos con ingredientes más naturales, no solo dulces con jarabe de maíz alto en fructosa u otros aditivos y conservantes repugnantes. Había reemplazado cosas con meriendas, barras, kombucha y agua que eran más saludables. También como mejor en las comidas y los alimentos en general. Como más saludable y más que nunca, porque para que mi cuerpo funcione, necesita tener el combustible adecuado.

Correr me enseñó a abastecerme bien. Antes de empezar a correr, rara vez comía antes o después de un entrenamiento. Siempre pensé que era una tontería hacerlo, o tomar algo así como un “batido de recuperación”. Estaba tratando de entrenar y estar en forma, ¿por qué iba a querer consumir todas esas calorías de nuevo después? Pero pronto descubrí que no podía correr sin comer antes y sin comer algo sustancial. La avena y la mantequilla de maní se convirtieron en mis mejores amigas para el desayuno. Comencé a tomar un batido Generation UCAN antes de cada carrera. Me mantiene los niveles de azúcar en la sangre estables durante horas y me proporciona buena energía. Siempre llevo HoneyStinger o Huma Gels en las carreras, para los niveles bajos y para utilizarlos cuando los necesito. Descubrí que mi nivel de glucosa en la sangre comienza a disminuir alrededor de las millas 5 o 6, por lo que tomo un gel y no me administro insulina. Esto lo repito en las millas 12, 18, etc. Además, llevo ClifBloks por si necesito algo extra. También sé cuánto necesita mi cuerpo los electrolitos, algo en lo que nunca antes había pensado. Todos siempre te dicen que el sodio (la sal) es malo. Pero para los corredores y los atletas, uno necesita reponer el sodio que se está perdiendo por medio del sudor cada hora. Si estoy afuera por 5 horas, sudando todo el tiempo, mi cuerpo necesita más sal y otros electrolitos para ayudar a que siga funcionando. Utilizo diferentes productos para esto, UCAN Hydrate, Tailwind y EmergenC con electrolitos. Gatorade también es una gran opción si no quieres hacer la mezcla de tu propia bebida.

Correr me enseñó fortaleza mental y me mostró que era capaz de mucho más de lo que pensé que sería alguna vez. He tenido tantas carreras difíciles mentalmente, carreras donde he pensado en rendirme y volver a casa para darme un baño agradable y tomar un poco de vino. He tenido momentos en los que he llorado porque no pensé que podría salir adelante, o he llorado por un logro y porque estaba tan increíblemente orgullosa. He corrido feliz, he corrido triste y he corrido enojada. He corrido para resolver problemas en mi cabeza, para reflexionar sobre el día o simplemente para escapar. Me he sentido orgullosa de correr y decepcionada de mi desempeño. Aprendí a seguir entrenando mi mente para ser fuerte, porque sé que puedo hacer más ahora, incluso cuando no creo que pueda hacerlo al principio.

En algún momento, me di cuenta de que correr no se trata de qué tan rápido vas o en qué lugar quedas. Correr es para ti. Correr es lo que sea que quieras que sea. Para mí, correr es como una meditación y un gran alivio del estrés. Me hace feliz, incluso si tengo una mala carrera. Me ha enseñado tantas lecciones y me hizo una mejor persona. Para mí, mientras termine, soy feliz. No necesito correr un maratón sub de 2.5 horas, no necesito compararme con otros y preguntarme si son más rápidos o mejores. Porque no importa. Correr es para ti y solo para ti. Es lo que sea que quieras que sea, ya sea que corras para competir, para empujarte, para inspirar a otros, para lidiar con el estrés, para estar saludable, para terminar o para probarte algo. Y esa es la lección más valiosa que aprendí en este recorrido.