Esforzarte para dar lo mejor de ti


 2018-02-12

 

Siendo una joven bailarina, la emoción estaba en competir. Veía a alguien caerse de una pirueta y sonreía secretamente con la esperanza de que cuando fuera mi turno, acertaría y recibiría todos los aplausos. Cuando descubrí el yoga, no fue diferente. Al ver que mi maestra se volteaba en una posición perfecta o se envolvía la pierna detrás de la cabeza, estaba decidida a seguir su ejemplo.

Cuando me diagnosticaron diabetes al principio, lo rechacé por completo y me aislé. En lugar de averiguar más sobre mi afección y buscar apoyo, tomé el asunto en mis propias manos. Al haber dominado mis emociones y mi mente por medio de las prácticas de yoga y vivir una vida completamente sana hasta el diagnóstico, no quería parecer débil por buscar ayuda. Pero las cosas no iban según lo planeado. Mi dieta sana y la gran cantidad de ejercicio no cambiaban mis niveles. Mis amigos se preocupaban, mi familia intentaba hablar conmigo y mi médico me suplicaba que tomara medicamentos.

Tuvo que darme neuropatía en mis manos y pies para que escuchara. Era a la vez humillante y retador tener que ir en contra de mi tendencia natural de no aflojar y hacerlo todo por mi cuenta. Poco después de comenzar a inyectarme pequeñas cantidades de insulina de acción prolongada, alguien sugirió que me uniera a un grupo de apoyo en Facebook para personas como yo que viven con LADA (diabetes autoinmune latente del adulto).

Golpear ese botón de “Unirse” fue mi Kismet.

Aprender a dejarse llevar es uno de los preceptos de la práctica del yoga. Imagina que estás en una clase de yoga; equilibrándote en una pierna, con el dedo del pie en la mano, mientras que la pierna con la que estás de pie se tambalea. Intentas enderezar la pierna levantada pero tu torso se mueve hacia la derecha. Afortunadamente evitas golpear a la persona que tienes al lado y que obviamente domina la pose. Mientras te desequilibras y te caes, piensas en cómo preferirías estar tomándote un café. Mientras tanto, tu maestra grita: “Ríndete a la respiración, déjate llevar, recuerda que esto no es una competencia”.

Cuando me uní a mi primer grupo de Facebook intenté recordar mi entrenamiento de yoga. Pero fue difícil. Al igual que equilibrarse en una pierna es casi imposible, también lo es el control de la diabetes. Cuando creo que tengo las cosas ajustadas a la perfección, el juego cambia, viajo, me enfermo, tengo mi período, me quedo despierta hasta tarde y la lista continúa.

Al principio unirse a las charlas grupales fue tranquilizador. Sabiendo que no era la única que se preguntaba … cuántos carbohidratos, qué tipo de carbohidratos, medir cetonas o no medir cetonas, cuál era mi proporción de insulina contra carbohidratos y cómo evitar los niveles bajos durante el ejercicio. Las conversaciones me hicieron sentir parte de algo más grande.  Pero cuando la gente comenzó a hablar de otras personas que tenían líneas planas para poner sus A1C en el rango normal, me sentí como un fracaso y una falsa. Todavía seguía administrándome esas pequeñas cantidades de insulina basal (porque mi páncreas todavía estaba produciendo algo de insulina) y sabía que si intentaba controlarme más, me enfrentaría a niveles bajos constantes. Por mucho que quería mantenerme al día con mi nueva pandilla de amigos que lucía con orgullo líneas planas en sus CGM (medidores continuos de glucosa, por sus siglas en inglés), sabía que eso era imposible. No me llevó mucho tiempo sentirme desanimada y celosa.

¿Por qué una de cada dos personas que vivía con diabetes podía lograr el control perfecto? Fue difícil no culparme a mí misma. Me avergonzaba admitir que no podía mantener el ritmo.

Fue en la oficina de la CDE (educadora certificada en diabetes, según sus siglas en inglés) en mi chequeo trimestral que salió todo a la luz. Ella me preguntó cómo me estaba yendo y estallé en lágrimas. Mientras ella hojeaba los datos en mi medidor, expresó su preocupación. “Pero tus líneas son perfectas, tus niveles de azúcar en la sangre son estables. ¿No entiendo por qué estás tan molesta? ¡La gente mataría por tener azúcares en la sangre como los tuyos! ¿A quién te estás comparando?

¿Cómo podría explicar que cuando estoy en línea y veo a alguien con mejor control, comiendo más alimentos, estando en mejor forma, pareciendo prosperar más que yo, me siento como la peor persona que ha vivido con diabetes en la vida? Y lo más loco era que casi deseaba que mi diabetes empeorara para poder comenzar a tomar insulina de acción rápida y permanecer en el juego.

Estos y otros pensamientos me descarrilaban completamente hasta que mi CDE insistió en que mirara los “datos de una persona normal”. Una persona normal tiene niveles altos que van por encima de la línea y niveles bajos que van por debajo de la línea. Una persona normal con diabetes no tiene líneas planas incluso cuando come bien, duerme bien y tiene un estrés mínimo. Compararme con alguien no me estaba haciendo ningún bien.

En lugar de eso, ¿por qué no luchar por dar lo mejor de mi? Si me siento más estable y equilibrada entre 5.0 mmol/L90 mg/dL y 8.9 mmol/L160 mg/dL en vez de 4.4 mmol/L80 mg/dL y 7.8 mmol/L140 mg/dL, entonces eso era lo correcto para mi.

Aprender a ser feliz con “mi rango” no fue solo una lección para mi vida con diabetes, sino que estaba directamente relacionado con la forma en que abordaba mi práctica en la estera de yoga. Algo que mi maestra solía decirme cuando me encontraba atrapada en una pose avanzada era: “El alcance es del ego y la forma es del alma”. En otras palabras, luchar por la perfección en una pose mientras la comparo solo agotaría mi energía. Dondequiera que pongamos nuestra atención, es donde fluye la energía. Estar presente con los detalles, permitir en lugar de empujar y respirar a través de las partes difíciles significaba que la pose era estable y cómoda.

También era un gran recordatorio para una vida con diabetes.

¿Quieres probar una pose de yoga para practicar ecuanimidad? Prueba mi pose favorita: la pose del árbol.

No importa si eres nuevo en el yoga o si has practicado durante un tiempo, el árbol es una pose perfecta para probar. Como principiante, te retará para que encuentres el equilibrio, el enfoque y que aumentes tu determinación. Como practicante regular, desarrolla tu certeza, tu fuerza de voluntad y potencia tu capacidad de concentración.

En las instrucciones a continuación ten en cuenta que también puedes colocar tu mano en una pared o sostener el respaldo de una silla para ayudarte a mantener el equilibrio.

Disfruta de esta pose simple cada vez que necesites tomarte un momento para ti mismo.

Pose de árbol

  • Párate sobre tu estera en la pose de la montaña, con los dedos grandes tocándose y los talones ligeramente separados.
  • Cambia el peso a la pierna derecha y coloca suavemente el talón izquierdo en el tobillo derecho presionando la bola del pie izquierdo en el suelo.
  • Luego, coloca el pie izquierdo a lo largo del interior de la espinilla derecha.
  • Si te sientes equilibrado, sujétate el tobillo izquierdo con la mano izquierda y coloca el pie izquierdo contra el muslo interno derecho donde se juntan la ingle y la parte superior del muslo.
  • Tus caderas están niveladas y están orientadas hacia la parte superior de la estera mientras tu rodilla está levemente hacia adelante.
  • Coloca tus manos en posición de oración en tu corazón, abre tu pecho, relaja tus hombros.
  • Respira profundamente mirando hacia un punto, ya sea directamente hacia adelante o ligeramente hacia abajo frente a ti.
  • Suelta el pie y vuelve a la pose de la montaña.
  • Repítelo del otro lado.

Beneficios

  • La pose del árbol fortalece el tobillo y el pie.
  • Abre la cadera de la pierna doblada.
  • Desarrolla el equilibrio.
  • Es un calmante para el sistema nervioso.
  • Una pose calmante y refrescante.

Variaciones

  • Coloca el pie izquierdo a lo largo del interior de la espinilla derecha.
  • Lleva los brazos por encima de la cabeza presionando las palmas juntas.

 

ESCRITO POR RACHEL ZINMAN, PUBLICADO 02/12/18, UPDATED 08/25/22

Rachel fue diagnosticada con diabetes en 2008. Al principio, los médicos no estaban seguros de si era diabetes tipo 1 o 2, ya que ella no era una candidata típica para ninguna de los dos. Le llevó casi seis años para que le dieran el diagnóstico correcto. Ahora, ella sabe que tiene diabetes LADA tipo 1. Comenzó a practicar yoga en el bachillerato a los 17 años y, a la edad de 19 años, ya era una adicta a la práctica. Cuando comenzó con el yoga fue para ayudarla en su carrera como bailarina, pero finalmente a medida que su práctica progresaba, se apasionó por los aspectos más profundos del yoga y su capacidad de sanar e inspirar. Treinta años más tarde, todavía practica apasionadamente y ha enseñado a nivel nacional (en Australia) e internacionalmente desde 1992. También es madre, música, escritora y cineasta aficionada. Está absolutamente segura de que el yoga es para todos y su misión es compartir lo que ha aprendido con la comunidad de la diabetes, así como concientizar sobre la diabetes tipo 1 entre los profesores de yoga tanto a nivel local aquí en Australia como a nivel mundial