¡Recorre los cielos! – Viajes, yoga y diabetes


 2018-01-02

“No te canses de ver las maravillas, vive como si fueras a morir dentro de diez segundos. Ve el mundo. Es más fantástico que cualquier sueño que haya sido hecho o comprado en una fábrica” – Ray Bradbury

 

Vivo entre tres o más continentes en un año, doy clases de yoga a nivel internacional y tengo diabetes tipo 1. Esto significa que tengo que viajar independientemente de cómo esté mi salud. ¿Es fácil? No. ¿Lo disfruto de todas formas? Sí. Acabo de participar en un chat en Twitter para compartir las experiencias de las personas en torno a volar con diabetes. Esto me dio la oportunidad de compartir algunas de mis percepciones personales: cómo uso el yoga para mantenerme equilibrada e inspirar a que otros se sientan más seguros de recorrer los cielos.

 

Lo que más me gusta de viajar es tener redes de amigos en todo el mundo, poder visitar lugares interesantes, ver culturas distintas y descubrir rincones del mundo natural que aún permanecen impolutos e intactos.

Antes de ser diagnosticada, me sentía libre de ir a cualquier lugar y desde mi diagnóstico, no he dejado que la diabetes me detenga; solo me he adaptado. Fui diagnosticada con diabetes LADA tipo 1 hace ocho años, y el inicio fue lento. Durante los primeros seis años, viajar implicaba asegurarme de llevar mi comida y solo quedarme en lugares donde pudiera cocinar. Cuando salía a comer, siempre llamaba con anticipación. Manejaba mis niveles al consumir la menor cantidad posible de carbohidratos y tenía unas cuantas sensibilidades a los alimentos, así que en ocasiones, comer fuera era una decisión difícil. Siempre pensé que cuando me inyectara insulina, las cosas se complicarían más. Estaba equivocada. La insulina en realidad ha hecho que viajar sea mucho más fácil.

En lugar de tratar de usar la comida y el ejercicio para mantenerme en el rango (algo que resulta casi imposible cuando debes viajar 16 horas y comer la comida que te dan en el avión), puedo realizar el viaje con mi inyección de insulina de acción prolongada una vez al día. Todavía no me inyecto insulina de rápida acción, así que no puedo hacer comentarios sobre cómo es viajar en avión y aplicar una dosis en bolo. Sin embargo, estoy convencida de que viajar con tus propios bocadillos, no solo por los niveles bajos, sino por tu propia cordura, definitivamente te ayuda a sentirte mejor cuando aterrizas.

Por lo general me preparo un quiche bajo en carbohidratos de huevo y vegetales, llevo suficientes galletas de almendras y sésamo para que me duren todo el viaje y un aguacate (o dos). También hiervo unos cuantos huevos, solo por si acaso me quedo varada en algún aeropuerto mientras espero el siguiente vuelo. A menudo no me como todo lo que llevo, pero más vale prevenir que lamentar. También reservo el asiento del pasillo. Bebo una tonelada de agua para mantenerme hidratada y por lo general me paro cada hora para caminar por el pasillo e ir al baño. Y siempre recuerdo usar calcetas y una mascarilla. Probablemente me veo bastante extraña haciendo una mini secuencia de yoga con mascarilla y mallas, pero la verdad es que no me importa. Volar es difícil para el cuerpo y difícil para la diabetes. El cuerpo se acalambra, el ritmo de la circulación disminuye, te afecta la deshidratación y es difícil dormir. En mi experiencia, todos estos factores crean un estrés oxidativo que eleva los niveles de glucosa en la sangre. Moverte durante el vuelo es algo que definitivamente debes hacer.

Es necesario concentrarse en la preparación para el viaje

Esto es lo que siempre llevo

  • insulina de acción corta y prolongada en empaques Frio
  • dos medidores de glucosa
  • agujas
  • tiras reactivas
  • una carta de mi doctor
  • ¡TODA MI COMIDA!

También hago una revisión anticipada para asegurarme de que el país a donde viajo cuenta con acceso al tipo de insulina que necesito y que puedo conseguir tiras reactivas. Busco todo en Google. Probablemente sea algo obsesivo, pero quiero minimizar mi estrés tanto como sea posible.

Tener una rutina de estiramientos para el avión también resulta súper útil y ayuda a pasar el tiempo.

Estas son dos poses que nunca fallan

  • Estiramiento del músculo psoas

El músculo psoas (el cual abarca desde la última costilla hasta la parte interior del hueso de la cadera) se acalambra bastante cuando estás sentado, así que estirarlo ayuda mucho a mejorar la circulación hacia la pelvis.

Párate con los pies juntos, dejando un pequeño espacio entre los talones. Descansa el peso sobre el pie izquierdo, dobla la rodilla derecha y sostén la parte de delante de la espinilla derecha con ambas manos y acerca el muslo a tu estómago lo más que puedas. Regresa el pie a su lugar y repite con el otro lado. Hazlo varias veces. También puedes hacerlo sentado.

  • Estiramiento del muslo

Estirar la parte delantera de los muslos mejora la circulación en las piernas después de haber estado sentado durante períodos de tiempo prolongados.

Párate con los pies juntos, dejando un pequeño espacio entre los tobillos. Descansa tu peso sobre el pie izquierdo. Dobla la rodilla derecha y toca el talón derecho por detrás. Luego, toma la parte de delante de tu tobillo derecho con ambas manos, acerca el tobillo hacia tu trasero y siente cómo se estira la parte delantera del músculo de tu muslo. Baja el pie y repite del otro lado.

Al hacer uso de estas distintas rutinas durante el vuelo, me siento positiva y relajada respecto a viajar aún si padezco diabetes y estoy segura de que tú también te sentirás así. ¡Todo lo que se necesita es una buena dosis de planificación y mucho entusiasmo!

Una vez aterrizo, hago un par de cosas para asegurarme de adaptarme rápidamente a la nueva zona horaria y a los alrededores.

  1. Me doy una ducha y luego masajeo mis pies con aceite de sésamo; el aceite de sésamo se utiliza en la medicina ayurvédica para equilibrar y centrarse. Este penetra las siete capas de la piel y contiene un precursor al triptófano, el cual relaja el sistema nervioso. Si nunca has escuchado del ayurveda, es la ciencia hermana del yoga y ha sido utilizada para sanar y equilibrar a los seres humanos durante 4,000 años.
  2. Salgo a caminar y me acostumbro a mi entorno. También compro algo de comer u ordeno algo del servicio a la habitación. Elijo algo sencillo, ya que no quiero comer algo pesado antes de acostarme. Además, bebo más agua para recuperarme luego de la resequedad del vuelo.
  3. Me voy a la cama cuando está oscuro y duermo. Podría despertarme durante la noche para revisar mis niveles, pero luego me vuelvo a acostar y me relajo.
  4. Cuando me despierto a la mañana siguiente, voy directo a mi estera y hago mis ejercicios de respiración y asana. Uso esta sesión de ejercicios para recordarle a mi cuerpo que a pesar de haber viajado al otro lado del mundo, mi rutina continúa.
  5. Otra cosa que hago, especialmente cuando viajo con un cambio de horario importante, es ajustar el cronómetro de mi insulina de acción prolongada tres días antes del vuelo. Por ejemplo: si viajo hacia atrás (en dirección oeste), me inyecto una hora antes todas las noches. Para el momento del viaje, me pongo mi inyección normal de las 9 p.m. a media noche. Esto termina siendo a las 4 p.m. en la nueva zona horaria. Cuando aterrizo (por lo general otras 18 a 22 horas después de la última inyección), trato de ampliarlo otras dos horas y me inyecto a las 6 p.m. en la nueva zona horaria. Y luego durante los siguientes tres días, me inyecto una hora más tarde hasta que regreso a mi horario de las 9 p.m. Me toma siete días ajustar mi inyección a la nueva zona horaria. He encontrado que todo el proceso funciona bastante bien y no noto demasiadas fluctuaciones, pero debo decir que mis niveles en efecto se muestran irregulares después del aterrizaje, y por lo general subo mi dosis durante los primeros diez días en un lugar nuevo.

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ESCRITO POR RACHEL ZINMAN-JEANS, PUBLICADO 01/02/18, UPDATED 05/23/23

Rachel fue diagnosticada con diabetes en 2008. Al inicio, los médicos no sabían con certeza si se trataba del tipo 1 o 2, ya que ella no era una candidata normal para ninguno de los dos. Pasaron casi 6 años antes de tener el diagnóstico correcto. Ahora, ella sabe que padece de diabetes LADA tipo 1. Rachel empezó a practicar yoga en la secundaria a los 17 años y para cuando tenía 19, quedó enganchada. Cuando empezó a practicar yoga, lo hacía para ayudarla en su carrera de baile, pero con el tiempo, a medida que su práctica avanzaba, le llegaron a apasionar los aspectos más profundos del yoga y su capacidad de inspirar. Unos 30 años después, lo sigue practicando con pasión y ha estado dando clases a nivel nacional (en Australia) e internacional desde 1992. También es madre, músico, escritora y cineasta aficionada. A lo largo de su diagnóstico, ha trabajado con los distintos aspectos del yoga para tratar de curarse. Cuando finalmente empezó a usar insulina, se dio cuenta de que sus años de practicar yoga le permitieron conservar las células beta que le quedaban. Ahora que se inyecta insulina, usa las posturas, la respiración y las prácticas de meditación para mantener la calma ante la inestabilidad de esta enfermedad tan desafiante. Ella también está absolutamente segura de que el yoga es para todos y su misión es compartir lo que ha aprendido con la comunidad de diabéticos, al igual que crear consciencia sobre la diabetes tipo 1 entre los maestros de yoga tanto a nivel local aquí en Australia como alrededor del mundo.