Súper heroína de la vida real: parte 1

 2019-06-21

A medida que se acerca el primer cumpleaños de mi hijo, he estado reflexionando sobre mi embarazo y mi parto. Esta experiencia en mi vida fue sin duda la más retadora y gratificante, y lo volvería a hacer. A menudo, me pregunto cómo habría sido pasar el embarazo sin una enfermedad crónica: ¿tal vez menos estresante, mucho más fácil, más placentero? Claro, pero el tipo de fuerza que he desarrollado después del embarazo, dar a luz y criar a un niño durante el primer año es algo que no estoy segura de que hubiera experimentado sin la diabetes tipo 1.

Después de vivir con diabetes tipo 1 durante casi seis años antes del embarazo, siento que esta enfermedad me preparó para todo lo inesperado que viene con el embarazo y el parto. Y ahora, con él creciendo, también diría que para la maternidad, pero esa es una historia para otro día. Con frecuencia comparo el manejo de la diabetes tipo 1 con caminar sobre una cuerda floja aguantando la respiración mientras tomo decisiones muy calculadas a lo largo del día, para finalmente tratar de mantener los niveles de azúcar en la sangre dentro del rango. Siempre estamos preparados para lo esperado y lo inesperado, manteniéndonos ágiles y alertas. Naturalmente, nos convertimos en expertos en la toma de decisiones y en directores ejecutivos de nuestros propios cuerpos (del páncreas, al menos): identificamos problemas, diseñamos un plan y lo llevamos a cabo conforme se necesita. Básicamente, nos mantenemos vivos con las aparentemente miles de decisiones que tomamos diariamente, 24/7 con cero interrupciones.

Y para complicar aún más las cosas, agreguemos el embarazo y todas las complejidades que conlleva cuidar de un ser humano. En mi opinión, esto suena como ser una superheroína en ciernes. El embarazo por sí solo nos abre un mundo de sorpresas, incertidumbres y sucesos inesperados. Por eso creo que las mujeres con diabetes tipo 1 son profesionales cuando se trata del teje y maneje del embarazo. Manejamos bien los cambios y vivimos en un mundo de adaptabilidad, aprendiendo a sobrevivir mientras corremos a través del miedo, no nos alejamos de él. Esta mentalidad que compartimos es una que me llevó a través de mi embarazo y todos sus retos.

Dos semanas antes del Maratón de Nueva York en 2017, recibí la sorpresa de mi vida: ¡estaba embarazada! Así como entrené mi cuerpo meses para el maratón, vivir con diabetes también preparó mi cuerpo para el embarazo: la carrera definitiva. Aunque podría haber corrido el maratón de la forma en que me había entrenado, me quedé atrás con todos los nuevos cambios corporales que ocurrieron al principio de mi embarazo.

Representar a Beyond Type Run junto a mis compañeros de equipo con diabetes tipo 1 fue uno de los aspectos más destacados de mi vida, especialmente con la oportunidad única de correrlo con un bebé dentro de mí. Más tarde a Jack lo nombraron el Bebé de Beyond Type Run. Inmediatamente después de cruzar la línea de meta en Central Park, corrí al hotel a empacar mis maletas para tomar un vuelo nocturno que me llevaría a Los Ángeles para mi primer ultrasonido a la mañana siguiente. Tenía apenas casi 6 semanas.

Día a día

Después de la confirmación del embarazo a través de ultrasonido y análisis de sangre, me enrollé las mangas y estaba lista para enfrentar este embarazo con diabetes tipo 1 de frente. Mi plan de juego para el embarazo fue tomarlo un día a la vez, establecer una rutina con antelación y anticipar muchos cambios. Clasificaría mi embarazo en 3 temas: todo el primer trimestre se centró en sobrevivir, todo el segundo trimestre se centró en el mantenimiento y todo el tercer trimestre se centró en la perseverancia. Desafortunadamente, no podemos simplemente presionar un botón para detener el proceso de la diabetes, y llevamos esa parte de nosotros a través de cada etapa del embarazo. 

Por lo tanto, es importante establecer un equipo de embarazo desde el principio con el que te sientas cómodo. Era imperativo que desarrollara una buena relación de trabajo con mi endocrinóloga. Al final del embarazo, estábamos comunicándonos casi a diario trabajando en ajustes basales, proporciones de carbohidratos y planes de parto. Una herramienta que encontré particularmente útil durante el embarazo fue Tidepool. Simplemente subía los datos de mi bomba de insulina para que mi endocrinóloga analizara y detectara las tendencias. Dentro del transcurso de una hora, ella enviaba sus recomendaciones para la configuración y los ajustes de la bomba. Hacia el final del embarazo, hacíamos cambios varias veces por semana. Durante mis visitas al consultorio, ella me proporcionaba explicaciones detalladas de los cambios que estaban ocurriendo en mi cuerpo en términos de diabetes y me aconsejaba sobre las mejores prácticas. Fue durante estas visitas que ideamos un plan de parto. Y mientras escribo esto, hacer un plan de parto parece ser un tanto contradictorio con el mundo en el que vivo teniendo diabetes tipo 1. Las cosas rara vez salen según lo planeado y están muy sujetas a cambios. Teníamos un plan básico con planes alternos y flexibilidad para esos momentos de imprevistos.

Sabía que en el último trimestre, lo más probable era que el parto fuera por medio de una cesárea debido a varios factores. Si solo hablaramos de genética, mi esposo y yo fuimos bebés muy grandes y mi madre había dado a luz a 4 niños por medio de cesárea. Como persona con diabetes tipo 1, era más probable que el embarazo fuera de un bebé grande (lo que fue así con 9 libras, 2 onzas) y junto con él había polihidramnios, que es básicamente una cantidad en exceso de líquido amniótico. Jack se mantuvo en posición de nalgas hasta el final y estaba creciendo mucho hacia el final. Debido a su tamaño, mi equipo de médicos tendía a estar de acuerdo en que sería una cesárea. Realmente no me importaba, solo quería lo más seguro para Jack y para mí.

Tuve un embarazo relativamente tranquilo hasta la semana 30 cuando se activó la resistencia a la insulina. Mis necesidades de insulina se triplicaron y hubo momentos en los que mi azúcar subía solo por comer una ensalada simple y seca (las mujeres con diabetes realmente no pueden darse el gusto de comerse todos esos antojos del embarazo). Me encontré constantemente bombeando insulina sobre las inyecciones mientras daba vueltas por el vecindario después de cada comida, solo para combatir los picos posteriores a las comidas. El último mes de embarazo fue retador: una barriga incómodamente grande, vivía tomando Zantac & Tums para tratar la acidez estomacal, controlaba mis niveles de azúcar en la sangre cada minuto y vivía en un consultorio médico. Después de las 32 semanas de embarazo, mis visitas semanales al médico incluyeron: endocrinólogo, obstetra y obstetra de alto riesgo que monitoreaban mis niveles de A1c y de azúcar en la sangre, pruebas sin estrés (NST, por sus siglas en inglés), ecografías y mediciones del líquido. Estaba agradecida por las docenas de citas, ¡pero estaba LISTA para tener a este bebé!

Los mejores planes

El 27 de junio de 2018, tenía 38 semanas y 5 días de embarazo y fui a hacerme una prueba sin estrés y un ultrasonido de rutina con mi especialista de alto riesgo. Aunque habíamos estado controlando mis niveles de líquido durante el embarazo, mi médico parecía preocupado por las recientes mediciones elevadas de mi última visita. Después de mirar mi ultrasonido, escuché las palabras “Prepárate para tener este bebé esta noche”. Mi corazón se aceleró por la pura emoción y el inmenso alivio de que ya casi dejaría de estar embarazada. Mi mente daba vueltas mientras llamaba a Matt muy ansiosamente y mientras planeaba saltar rápidamente al auto, agarrar las bolsas para el hospital (que habían estado empacadas y esperando en la puerta por más de un mes) y dirigirme al hospital. El médico dijo que esperara una llamada de su oficina para confirmar la hora de la cirugía. Caminé de arriba a abajo toda la tarde, esperando que mi teléfono sonara. Pasaron las horas… 

Recibí una llamada y me informaron que mi obstetra estaba fuera del país. Su colega, a quien había visto antes, también estaba de vacaciones. ¿¿¿QUÉ??? El pánico se apoderó de mí. Esto definitivamente no era parte del plan de parto. Después de buscar una solución entre varias oficinas, mi obstetra me remitió a uno de sus colegas de confianza en otra práctica en la misma calle en Beverly Hills. Este médico quería reunirse conmigo primero, lo cual aprecié mucho. Estaba programada para verlo dos días después, con un procedimiento de cesárea confirmado al día siguiente. Hubo mucho drama y emociones locas durante esos días como pareja, déjenme decirles.

El 29 de junio de 2018, tenía 39 semanas de embarazo y Matt y yo fuimos a ver a mi nuevo médico por primera vez; al día siguiente, él se encargaría de la cirugía más importante de mi vida. Honestamente, no estaba nerviosa ni molesta por eso. Claro, hubiera preferido que el obstetra original realizara mi cirugía, pero estas cosas suceden. Confié en que mi obstetra nos referiría a los mejores. Después de mi pesaje (¡uf!), la prueba de no estrés y el ultrasonido finales, nos reunimos con nuestro médico y nos pusimos en marcha de inmediato. Nos hizo reír y nos tranquilizó. Salimos de esa oficina con una oleada de entusiasmo y disposición para conocer al bebé Jack.

Mi cirugía programada fue a las 2 p. m. Idealmente, quería el horario más temprano en la mañana debido al ayuno (sí, me vuelvo gruñona por el hambre y tengo diabetes – ¡GRRR!) Pero debido a las circunstancias imprevistas, el hospital tuvo que trabajar con los horarios de última hora para que esto sucediera. Mi última comida sería la noche antes de mi cirugía, así que fuimos a nuestro lugar favorito: rosquillas DK Donuts en Santa Mónica. No comí nada remotamente cerca de parecerse una dona durante todo mi embarazo, pero decidí darme un gran gusto la noche anterior. Esto no tiene sentido, pero nos divertimos con eso. Fuimos a casa y pasamos la última noche juntos, como Matt y Marci. No creo que ninguno de los dos haya dormido ni un minuto. Estábamos a punto de convertirnos en mamá y papá, pero no teníamos idea de lo que se nos avecinaba…


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Marci Tatham tiene 28 años y vive con diabetes Tipo 1 desde 2012. La diabetes Tipo 1 se ha convertido en el tema principal de su familia ya que su padre, su hermano y su hermana viven con diabetes Tipo 1, todos fueron diagnosticados aproximadamente a la misma edad. Marci está felizmente casada con su esposo, Matt. Juntos, disfrutan persiguiendo a su hijo de un año, Jack. Cuando Marci no está viendo Mickey Mouse Clubhouse con Jack o riéndose de las bromas del papá de Matt, puedes encontrarla corriendo o haciendo spinning en su Peloton. Los pasatiempos favoritos de Marci incluyen el fitness, explorar nuevos restaurantes y planificar fiestas. La diabetes Tipo 1 ha jugado un papel importante en su vida y ella ha encontrado un propósito y una pasión por ayudar a mujeres a superar el embarazo y la maternidad con diabetes Tipo 1.