Argentina, la obra social y la experiencia de Florencia con la diabetes
La diabetes se vive definitivamente de diferentes maneras en diferentes lugares del mundo y si, incluso se vive diferente en una misma ciudad y una misma familia. A pesar de que son diferentes tienen algo en común, el impulso para vivir una vida plena y saludable. Es por ello que te compartimos las historias de nuestra gran comunidad de diabetes, porque sabemos que tú como nosotros te puedes sentir inspirado por ellas.
Florencia Enriquez tiene 32 años, es maestra de matemáticas y vive en Buenos Aires, Argentina. Su historia comienza el 1° de julio del año 2000, aunque su actual médico cree que seguramente su enfermedad comenzó unos meses antes, pero esa fue la fecha en la que le dijeron qué era lo que le ocurría. Meses antes de su debut su mamá la notaba cansada, con muchísima sed, tenía una infección en la uña que no cicatrizaba y comenzó a orinar muchísimas veces al día, además, comenzó a perder peso, llegando a pesar 24 kg.
Con su mamá recorrieron varias salas de urgencia y ninguno sabía decirle qué le pasaba, creían que era algo estomacal o parásitos pero nadie le hacía un análisis de sangre. El día antes de su debut fue con su hermana a tomar un helado y de repente comenzó a sentirse agitada y le costaba muchísimo respirar por lo cual esa noche su mamá decidió llevarla al Hospital Garrahan. Apenas entró, un médico que pasaba por el lugar la vio y le preguntó a su mamá si yo tenía diabetes a lo cual su mamá le dijo que no, por lo cual, le pincharon el dedo y allí saltó el valor que nadie quería ver: 355 mg/dl. Automáticamente fue internada por una cetoacidosis diabética. Florencia tiene pocos recuerdos de esa noche, “solo flashes” nos comenta. Le pusieron oxígeno, la vacuna antitetánica, suero y muchísimos pinchazos cada ½ hora además de inyecciones de insulina porcina.
Al día siguiente comenzó su entrenamiento, lo primero que le dijo su doctora al verla fue: “no estás enferma, vivis con una condición diferente y quiero que vengas vestida como si fueras a la escuela, sin importar que estés internada”. Florencia nos platica “definitivamente esas palabras quedaron grabadas en mí. Fueron 10 días de internación y entrenamiento donde mis padres aprendieron a inyectarme insulina porcina con jeringa (nada de lapiceras ni bomba de insulina) y a controlarme los valores de glucemia y cetonas con las tiras hemoglucotest (se ponía una gota de sangre, se contaba hasta 60, se limpiaba la sangre y se observaba en qué rango glucémico me encontraba) y ketodiastick (se observaba el color al poner la tira en orina)”.
A partir de allí comenzó su odisea una vez que volvió a su hogar, rodeada de frases que escuché a lo largo de estos 22 años: “eso no podés comer”, “no te podés lastimar”, “¿Tan chiquita y con diabetes?”, “seguro no te debes cuidar”.
“El peor momento llegó cuando entré en la adolescencia, solo quería ser una “chica normal” igual que mis compañeros y no me sentía así, sin embargo, luego de peleas y charlas con psicólogos comencé de a poco a aceptar mi enfermedad” recuerda Florencia.
En el año 2014 llegó a su vida su hija Ariadna, vivió un embarazo con muchísimos cuidados y ella nació por cesárea a las 37 semanas. “Obviamente que las frases hirientes no faltaron “¿vos podés tener hijos?”,”¿No tenés miedo que salga con tu enfermedad?”. Sin embargo, aprendí a afrontarlo y a ponerme metas a corto plazo, tenía a alguien por quien luchar y estar bien cada día” nos comenta.
El proceso de sanación.
La diabetes cambió la forma en que su vida caminaba y le ayudó a sanar. “En el año 2017 comencé a dar charlas en la escuela donde trabajo sobre lo que es vivir con diabetes y mi experiencia con ella, el hablar de ella me ayudó a sanar y a interiorizarme buscando e investigando nuevas tecnologías para ayudarme a mí y a las demás personas por lo cual, el día que cumplí 20 años con la enfermedad, abrí un blog sobre mi vida con diabetes y desde ese momento dejé de sentirme tan sola, me acerqué a la Federación Argentina de Diabetes y encontré a muchas personas de mi edad con las cuales me siento identificada y acompañada en este dulce camino que me tocó vivir” nos comparte Florencia.
Hoy Florencia forma parte de la Red Juvenil de la Federación Argentina de Diabetes y de ADILU (Asociación de ayuda al diabético de Luján) con la finalidad de ayudar a que los niños, adolescentes y adultos del país no se sientan tan solos, poder ayudar con insumos y a disminuir los muchos mitos que hay alrededor de la diabetes.
“No elijo vivir con diabetes pero sí elijo luchar por mis derechos”
Florencia vive junto a su pareja e hija, sus perros, gatos, su bomba de insulina Minimed 640g de Medtronic y su sensor de glucemia. “Sin embargo, las posibilidades que tengo hoy no siempre las tuve. Durante años no tuve obra social por lo cual debía acercarme a un hospital público donde recibía sólo una caja de tiras e insulina para ese mes. Mi papá solía comprarme jeringas con agujas mucho más finas para que los pinchazos no dolieran tanto. Cuando mi papá pudo conseguir un trabajo en blanco llegó el momento de tener por primera vez una obra social, lapiceras que funcionaban con cartuchos y luego las descartables y el tan ansiado glucómetro que, en ese momento, tardaba 30 segundos en darme el valor exacto y no una aproximación como ocurría antes. Sin embargo, hasta el año 2013, debía pagar el 30% del valor de las tiras reactivas ya que solo me cubrían el 70% de su valor por lo cual, cada 3 meses, mi familia debía tener una cierta cantidad de dinero preparada para poder recibir los insumos” recuerda Florencia.
La buena noticia de acuerdo a lo que nos platica Florencia es que “todo cambió en el año 2013 cuando se actualizó la ley de diabetes y obligó a las prepagas a cubrir todos los insumos al 100%, sin embargo el Plan Médico Obligatorio (PMO) no cubre los sensores que hay hoy en el país (freestyle libre y PocTech, el Guardian 3 sólo lo cubre porque funciona con la bomba de insulina) ya que en el momento en que se sancionó la ley aún no existían y la misma no sufrió actualizaciones; aunque están obligados a cubrir las microinfusoras de insulina, el poder conseguirlo no es fácil, en mi caso fueron meses de lucha con abogados de por medio para poder acceder a la misma, obviamente estos insumos no llegan a los hospitales públicos (sensores y bombas)” nos platica.
“Gracias a la lucha constante, varias obras sociales comenzaron a cubrir los sensores pero no todas, por lo cual la lucha seguirá hasta que todos en el país tengan la posibilidad de tener los insumos necesarios para vivir una vida normal, no elijo vivir con diabetes pero sí elijo luchar por mis derechos y los derechos de los demás concientizando y ayudando a todos los que pueda”, concluye Florencia.
A Florencia la puedes encontrar tanto en Facebook como en Instagram como @dulcekryptonita. ¡No puedes dejar de seguirla!